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Ya eran las diez de la noche y los chicos todavía se encontraban ahí

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Ya eran las diez de la noche y los chicos todavía se encontraban ahí. Estaban sentados en ronda.

La arena estaba fría, la brisa corría suave y movía levemente las ramas de los árboles.

— ivan, tengo frío — Rodrigo se recostó en las piernas de ajeno, el cuál estaba sentado como un indio.

— toma, tapate con mi toalla — se sacó la toalla que le cubría los hombros y se la cedió a su novio.

Rodrigo parecía bobo mirando a Iván. Desde abajo se le veía su mandíbula marcada y una parte de su cara. Tenía el pelo mojado y alborotado, sin mencionar que tenía el abdomen más plano, marcado y blanco que había visto jamás. Era simplemente un dios griego.

— Che, ¿Y si vamos a un boliche? — dijo Nicolas.

— Nico, en el último te quebraste el brazo — dijo demen, señalando al yeso del otro.

— No importa, ¡viva la joda! — se tiró para atrás levantando los pies, a la vez despertando la carcajada de todos.

— Igual, no es mala idea — señaló ari.

— ¿les pinta ir a las doce?, yo conozco uno acá cerca — ofreció Iván.

Todos hicieron un gesto de aceptación.

— Bueno, pero ya tendríamos que irnos. Sino, no llegamos — dijo Juan.

Todos se pararon, menos ivan y Rodrigo.

— Nosotros nos vamos a quedar cinco minutos más, ustedes vayan — sonrió el castaño.

— No hagan nada raro — germán los saludó mientras empezaba a caminar detrás de los otros

Rodrigo se levantó de las piernas del azabache y se sentó a su lado, mirando al mar y al reflejo que se formaba de la luna.

Iván miró al ajeno detenidamente. Su cabello ya estaba seco formado sus hermosos rizos, sus ojos esmeraldas eran iluminados por la luz de la luna y sus labios estaban apenas entre abiertos.

— sos hermoso — soltó el alto en un suspiro.

Rodrigo se giró a mirarlo, sintiendo una conexión y una descarga eléctrica en todo su cuerpo. Como la primera vez que se vieron.

— vos sos más hermoso — le agarró la mano con dulzura.

— sos mi hermoso — entrelazo los dedos de ambos.

El otro no pudo evitar colorear sus mejillas de un color carmín y colocar una expresión tímida en su cara, bajando su cabeza.

Ivan agarró al castaño del mentón, levantandole la cabeza y acercándose poco a poco a sus labios hasta unirlos en un beso.

De pronto, sintieron el sonido de una cámara, lo que los obligó a separarse.

— ¡LO LOGRÉ! — saltó Germán, siendo aplaudido y celebrado por los demás.

𝐌𝐄𝐃𝐈𝐀 𝐋𝐔𝐍𝐀 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora