Mientras Alana seguía sin moverse del sitio donde estaba, y sin poder quitar sus ojos de Laila, ésta hablaba alegremente con dos mujeres muy elegantes, hasta que algo la hizo mirar hacia adelante, y su cuerpo se paralizó cuando vio a Alana a lo lejos, mirándola como si sólo estuviera ella en esa sala. Tuvo que abrir bien los ojos para asegurarse que no estaba soñando y que la preciosa visión que tenía en frente de ella, era real. Cuando se cercioró de que no estaba soñando, su corazón comenzó a latir desbocado en su pecho, y sus piernas estuvieron a punto de no responder a la orden que su cerebro les había dado.Ambas mujeres se miraron a los ojos, aún a pesar de la distancia y las personas que habían entre ellas. De repente, esa enorme habitación se había quedado completamente vacía, estando Laila y Alana a solas. O eso creyeron las dos.
El miedo se apoderó completamente de Alana. El desconocer la reacción que iba a tener Laila, la tenía en un abismo. Pero su cabeza no estaba para pensar absolutamente en nada, sólo su corazón esperó pacientemente a que la profesora diera el siguiente paso. Estaba aterrada de que Laila decidiera seguir hablando con esas dos bellas mujeres y pasara de ella. Pero cuál fue su sorpresa cuando de repente la artista se despidió rápidamente de las dos mujeres y comenzó a moverse para ir hacia donde estaba ella. Una de las mujeres aún cogió a Laila del brazo, puesto que quería seguir hablando con ella, pero ésta hizo caso omiso al agarrón y siguió andando hacia la oncóloga. Seguían soñando despiertas, las dos, y seguían pensando que no había nadie más ahí, con ellas.
Los corazones de ambas mujeres necesitaban estar próximos uno del otro, y ellos mismos fueron los que decidieron por ellas. No había vuelta atrás. Mientras Laila se dirigió de forma decidida a donde se encontraba Alana, se dibujó una preciosa sonrisa en su rostro que encandiló más si cabía a la oncóloga.
Laila, se paró, justo en frente de la mujer que amaba, mientras ésta la miraba sin pestañear. El hecho de tener, por fin, a unos pocos centímetros de ella a la mujer que amaba, hizo que Alana se derrumbara. Había soñado con ese momento noche y día, y a todas horas. Era incapaz de mirar a otro lado. Sus ojos comenzaron a derramar alguna que otra lágrima, por lo que Laila, sin pensárselo, dirigió sus titubeantes dedos a las mejillas de la oncóloga. Los pasó con una suavidad abrumadora, por el rostro de Alana. Y cuando ya no quedaba ningún resto de esas lágrimas, la artista acercó su rostro al de Alana, mientras llevaba sus dulces e inquietas manos al cuello de la oncóloga.
Laila se tomó la libertad, mientras recorría con la lengua todo su labio inferior, de besar en los labios a Alana, y ésta, cuando sintió los increíbles y húmedos labios de la profesora rozar los suyos, sólo pudo cerrar los ojos para dejarse llevar por uno de los mejores momentos de su vida. Deseó fervientemente que ese instante se hiciera eterno.
Ambas mujeres se besaron con unas ganas infinitas. No les importó que la sala estuviera llena de gente expectante por lo que estaba ocurriendo entre ellas, como tampoco les importó que ese beso fuera a acaparar muchas portadas de las revistas más actuales. Ese beso sí fue consentido entre Alana y Laila, y no tenía nada que ver con el que le dio Laura a la artista.
Laila, aún con sus manos en el cuello de Alana, dejó de besarla para acercarse a su oído y susurrarle algo a la oncóloga, lo que hizo que la piel de ésta se erizara por completo.
-Lo siento por estropearte el carmín de tus labios, porque tengo que reconocer que lucen espectaculares con él, estás preciosa. Gracias por venir...Significa mucho para mí. Te amo, Alana. Y por cierto, me alegro que hayas venido con vestido y no con tu pijama de trabajo.
-No me lo perdería por nada en el mundo, Laila. Soy la mujer más feliz de la Tierra. Yo también te amo...¿Y por qué dices lo del vestido?
-Y yo. Ahora mismo lo tengo todo. Salud, amor y éxito laboral. Lo del vestido lo digo porque no me ha pasado desapercibido que cuando estás nerviosa metes tus manos en los bolsillos de tu pijama...Por cierto, estás temblando.
-Lo sé, los nervios se han apoderado de mí, y para colmo no tengo donde meter mis manos -dijo Alana riéndose - Pero si me abrazas, en cuestión de segundos los tendré controlados.
Laila, mientras le mostraba una sonrisa espectacular a Alana, no dudó en abrazar a la oncóloga.
-Laila...Estás loca, ahora todos van a saber que estás con alguien. No debiste besarme, todos nos están mirando - le dijo Alana preocupada por la repercusión que podía tener ese beso en la prensa y en el trabajo de la joven como artista.
-Alana, me muero por seguir besándote, y amarte. Si pudiera me iría ya mismo de aquí. Y ya iba siendo hora de que todos sepan que no quiero que me atribuyan más relaciones amorosas. Quiero estar contigo, Alana, si tú quieres.
-Por supuesto que quiero, aunque ésto suponga que a muchas de tus admiradoras le hayas roto el corazón...
-El único corazón que me importa es el tuyo.
Todos los allí presentes no se podían creer lo que estaban viendo con sus ojos. La artista tenía algo con esa enigmática y bella mujer, y no dudó en hacerlo público delante de todos. Algunas mujeres se llevaron una decepción, porque el corazón de la artista estaba ocupado. Y aparte de ser guapa a rabiar, también era romántica. Porque lo que había pasado con esa mujer y ella, decía mucho de la artista.
Cuando por fin se separaron, Alana le dijo a Laila que fuera a atender a los allí presentes. La joven sabía que la oncóloga tenía razón, porque debía atender a todo el que quisiera hablar con ella. Para eso estaba en esa galería. Pero a las dos mujeres les dolió tener que separarse, por lo que Laila, de forma sorpresiva, pasó sus largos dedos por la mano de Alana, y consiguió entrelazarlos con los de la oncóloga. Ésta estaba exultante. Laila le había demostrado que sentía lo mismo que sentía ella. Y no cabía en sí de felicidad por ello.
Alana pensó que había tomado la decisión correcta cuando decidió ir a Nueva York animada por Raquel. Había sido una de las decisiones más acertadas que había tomado en su vida. Y otra de esas decisiones había sido dejar a María. A la oncóloga le quedó claro que si quería ser feliz, no podía vivir por inercia y debía ser ella la que eligiera tomar un camino u otro.