Las dos mujeres se quedaron dormidas abrazadas. Esa noche por fin ambos cuerpos pudieron descansar como hacía tiempo que no lo hacían. Estaban tan sumamente relajadas, que se despertaron a las nueve de la mañana. Seguían una pegada a la otra, tal y como se habían quedado dormidas.La primera en abrir los ojos fue Laila. Cuando vio el rostro relajado de Alana pegado al suyo, sonrió como una chiquilla. Llevó sus dedos directamente al abdomen de la mujer y acarició la piel erizandose al instante. Como respuesta a dicho contacto, se dibujó en la cara de Alana una resplandeciente y hermosa sonrisa.
-Vaya comienzo de mañana…Mi amor. Y pensar que a partir de ahora todas nuestras mañanas van a ser así. Me ha tocado la lotería, Laila - le dijo Alana a la profesora, sin poder evitar abrazarla - me vuelves loca, eres preciosa recién levantada.
-Tú no te quedas atrás, Alana. No creo que haya una mujer más enamorada que yo. He podido cumplir mi sueño, a tu lado. Lo tengo todo ahora mismo para ser feliz.
Laila se puso encima de Alana, y comenzó a besarla con una pasión irrefrenable, mientras la oncóloga llevaba sus manos a los muslos de la joven. Ambas dejaron a sus cuerpos expresarse como mejor sabían hacerlo cuando estaban juntos. Volvieron a hacer el amor una y otra vez más. Hasta que las dos se quedaron satisfechas y exhaustas.
-Cariño, me encantaría tenerte en esta habitación todo el día amándote sin parar, pero, se me ocurre que podemos dar una vuelta por Nueva York. Nos queda ya poco de estar aquí.
-Laila, me parece estupendo si damos esa vuelta cogidas de la mano. Quiero que todo el mundo vea que la chica más guapa de Nueva York es mi chica.
-Eso está hecho. ¿Sabes dónde te quiero llevar?
-¿Dónde, mi amor?
-Me gustaría llevarte al Central Park, me gustaría ver el Empire State, quizás podríamos ver también una misa Góspel en Harlem, pasear por la quinta Avenida, pasear por El Bronx, y por la noche,ir a algún musical de Broadway.
-Laila, ya estamos tardando con todo lo que quieres ver. Nos vamos mañana, deberíamos irnos ya.
-Bueno, como vamos justas de tiempo, se me ocurre que nos duchemos juntas, Alana. Ya nos tomaremos un chocolate con algo dulce por la calle, ¿Te parece bien?
-Cómo no voy a estar enamorada, si además de ser la más guapa de todas, tenemos las mismas ideas y gustos. Coincidimos a la perfección en todo.
Ambas mujeres por fin salieron de la cama cogidas de la mano, y se dirigieron, desnudas, directamente a la ducha. Fue imposible para las dos evitar volver a amarse bajo el agua de la ducha, por lo que se entretuvieron más de la cuenta, pero poco les importó.
El día lo pasaron de un lado para otro, gran parte del tiempo cogidas de la mano, como quería Alana. No podía sentirse más orgullosa de la joven. Consiguieron ver todo lo que se habían propuesto ver, eso sí, a paso ligero. Pasaron un día que no iban a olvidar ninguna de las dos. Y no sólo porque se lo pasaron en grande, sino porque todo lo hicieron juntas, plasmando esos preciosos momentos en bellísimas fotografías, que dejarían en el paso del tiempo constancia del amor tan único que había entre las dos. Tanto Alana como Laila se sorprendieron de que se llevaran a la perfección. Era verdad que tenían los mismos gustos, y las dos estaban encantadas de ver cómo se complementaban de esa manera en todo. No les pudo ir mejor en todo el día.
Las dos llegaron agotadas al hotel de Alana de madrugada. En un momento de descanso, Laila miró el móvil y tenía varias llamadas de Pilar, Isabel y también de Laura. Prefirió escribirle a ésta un mensaje para recordarle que viajaría con Alana en unas horas. Con todo el dinero que había ganado en la exposición, podía permitirse comprar otro billete para poder viajar con la oncóloga. Y es que aunque Alana no lo supiera, iban a viajar en el mismo avión.
A Pilar e Isabel también les escribió para recordarles cuándo llegaría a Sevilla. Tenía claro que le daría una auténtica sorpresa a la anciana cuando la viera aparecer de la mano de Alana. Sabía que a la mujer esa sorpresa la haría muy feliz, porque siempre velaba por su felicidad.
Estando ya las dos acostadas en la cama, y desnudas, Laila le comunicó que viajarían juntas en el mismo vuelo, por lo que Alana no pudo evitar ponerse a dar gritos de felicidad. De sólo pensar que le tocaría separarse de Laila durante unas cuantas horas, su corazón se podía quebrar en cuestión de segundos. Ese día había sido el mejor día de ambas mujeres, porque se habían dado la oportunidad de descubrirse una a la otra y de compartir horas y horas de diversión y felicidad.
A la mañana siguiente, volvieron a hacer el amor, como también se ducharon juntas de nuevo, siendo la ducha testigo del amor y la pasión que se procesaban una a la otra. Era algo maravilloso. Nada tenía que ver la relación que Alana iba a tener con Laila, con la que había tenido con María. Junto a la profesora, sí iba a conocer lo que era la felicidad estando en pareja, y tenía muy claro que la joven era la mujer de su vida.
El transcurso del vuelo pasó rápido para Laila y Alana, y todo porque el viaje lo hicieron juntas. Las dos fueron muy cariñosas la una con la otra, y no pararon de hablar y planear una vida juntas. Y de sólo pensar en lo que les esperaba, no podían dejar de sonreír.
Una vez en Madrid, cogieron el Ave que las llevaría a Sevilla. No veían el momento de presentarse en casa de doña Pilar, aunque llegaran tarde a la ciudad. Merecía le pena sacarla de la cama por dicha sorpresa. Y así lo hicieron cuando por fin, llegaron a Sevilla. Lo primero que hicieron fue coger un taxi, el cual las llevó a casa de Laila sin más demora.
Era tarde para doña Pilar, de hecho la anciana ya se encontraba en la cama, cuando de repente sonó el timbre. El corazón comenzó a latirle más rápido de lo normal, porque se imaginaba que era Laila. A pesar de los achaques que tenía, y que le costara un mundo levantarse de la cama, lo hizo sin pensarlo y lo más rápido que pudo.
Cuando por fin abrió la puerta, después de unos segundos que necesitó para recuperarse por haber andado más rápido de lo normal, se llevó sus arrugadas manos a su rostro, por la mayúscula sorpresa que se había encontrado al otro lado de la puerta. No se lo podía ni creer, porque en un principio se esperó encontrar solo a Laila, y cuando vio a Alana también, cogidas las dos mujeres de la mano, y con unas sonrisas que podían transmitir la felicidad que llevaban compartiendo desde que se vieron por primera vez en Nueva York, sus ojos comenzaron a derramar una lágrima tras otra.
Laila y Alana se acercaron a la anciana y la abrazaron con una dulzura acorde a la mujer. No podía ser de otra manera. Por fin doña Pilar veía con sus propios ojos a su Laila con la única mujer que la podía hacer feliz. Y esa mujer era Alana. Así lo veía y lo quería la anciana, y así debía de ser.
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Me gustaría compartir con vosotr@s que ya sólo queda el epílogo para terminar la historia. Va a ser una sorpresa y no sé si algun@ me va a matar, pero he querido hacer esta historia lo más real posible. Espero que sepáis ver lo positivo del epílogo. Y también os quiero dar las gracias a tod@s los que habéis querido acompañarme en esta última aventura. Un abrazo para tod@s y ánimo, que ya os queda menos para perderme de vista, jijiji.