Laila llegó muy cansada al hotel. Le habían reservado una habitación en el Hyatt Grand Central New York, en Manhattan, cerca de la galería Ágora.
La profesora, necesitó recobrar fuerzas descansando un par de horas en su habitación para luego salir a recorrer Manhattan. Tenía muchas ganas de pasear y conocer los lugares más típicos y conocidos de la ciudad. Pero aún pensando en todo lo que iba a ver, no pudo quitarse a Alana de la cabeza.
Laila había quedado con Laura en la galería Ágora para ultimar los últimos detalles de la exposición. Los dueños de la galería estaban encantados con la artista y sus pinturas. Tenían muchas ganas de conocerla en persona. Esperaban tener mucha afluencia de gente, y como no, también de celebridades.
Tenía tiempo para dar una vuelta por la Quinta Avenida y quizás ir a ver la catedral de San Patricio. Después de pasarse por la galería Ágora, como ya sería de noche, haría una visita a la plaza de Time Square, puesto que sabía que debía ver la plaza ya de noche, cuando estuviera llena de luces. La profesora estaba muy ilusionada de saber todo lo que iba a ver y conocer. Pero a ella le hubiera gustado compartir esos momentos con Alana. No pudo evitar entristecerse. Laura se había ofrecido a acompañarla, pero Laila declinó el ofrecimiento puesto que sólo quería verla por motivos laborales. Ya había aprendido la lección y no se dejaría ver más de la cuenta con la galerista. En eso habían quedado, aunque a Laura le costase un mundo respetar la decisión de Laila.
Ya en la galería Ágora, Laura le presentó a Laila a los dueños de la misma al momento de entrar en ella, y éstos se mostraron muy interesados por la artista, ya que la joven era una mujer que podía encandilar a cualquiera. Tenía un encanto innato poco común. Laura estaba encantada de cómo estaba yendo todo, aunque reconoció que Laila le hacía el trabajo muy fácil.
La profesora no podía estar más feliz de exponer en esa gran galería de arte. Era perfecta para dar a conocer sus obras en los Estados Unidos, además de estar cumpliendo su gran y único sueño. No le podían ir mejor las cosas. Sólo le quedaba por hacer una cosa, y era hablar con doña Pilar para saber si había conseguido su propósito con Alana. Sabía que en España eran seis horas más y ya era de madrugada, por lo que tendría que esperar para hablar con la anciana.
Después de terminar en la galería, se fue a Time Square con una de sus mejores sonrisas. La profesora estaba muy feliz y animada. Estando en New York, ella misma se notó con otro semblante. Todo lo que había visto hasta el momento, era mejor de lo que ella se había imaginado. Además, esa noche iba a hacer una excepción con la alimentación, quería cenar la típica comida basura en algún Mc Donald's de por ahí, y por supuesto lo iba a disfrutar como si se tratara de su primera comida rápida.
Estando en su habitación de hotel, lo primero que hizo fue darse una buena ducha con agua caliente. Necesitaba relajarse para poder descansar esa noche. Había andado mucho y se notó más cansada que de normal. La noche siguiente era ya el estreno de su obra, y necesitaba estar al cien por cien de sus posibilidades. Le esperaba una noche muy movida y llena de emociones.
Al día siguiente, Laila estaba atacada de los nervios por el estreno de su obra esa misma noche. Y aún con todo, no dejaba de pensar en Alana. En parte quería que el viaje a Nueva York pasara rápido, porque necesitaba hablar con urgencia con Alana y sabía perfectamente que lo primero que iba a hacer nada más aterrizara el avión en Madrid, sería irse directa a Sevilla, y más concretamente a la casa de Alana. Ese momento no se le quitaba de la cabeza, pero tenía miedo porque seguramente cuando tuviera a la oncóloga enfrente de ella, no le saldrían las palabras de la boca. Luego intentó ser más cabal y centrarse en lo que le esperaba esa misma noche. Ya después tendría todo el tiempo del mundo para recuperar el tiempo perdido con la mujer de sus sueños.
La profesora por fin consiguió hablar con doña Pilar, y ésta sólo le dijo que había salido todo como era de esperar, y que siguiera confiando en ella, por lo que a Laila no le quedó otra que tener paciencia y esperar. La anciana prefirió no decirle que en unas horas iba a tener a Alana frente a ella.
Para esa noche Laila eligió un vestido de color blanco muy fino y elegante, además de versátil. Con el paso del tiempo el cabello le había crecido un poco, luciendo una melena muy corta pero preciosa, por lo que Laila terminaría deslumbrando a todos los presentes en la galería Ágora. Decidió maquillarse más o menos como lo hacía siempre, pero pensó en ponerse alguna pulsera y pendientes a juego con el vestido. Y para finalizar, optó por unas sandalias de tacón muy fino, a pesar del frío que hacía por las calles neoyorquinas. Pensaba ponerse un abrigo grueso que se retiraría una vez que estuviera en la galería.
La hora del estreno llegó, y los nervios de Laila eran ya incontrolables. Laura había pasado a recogerla por el hotel a la hora acordada, y cuando la vio aparecer en el hall del mismo, se quedó pasmada en el sitio. Esa mujer iba a acaparar todas las miradas de las personas que hubiera en la galería. Y para colmo era la autora de todas las pinturas que se iban a exponer en la galería. El éxito de Laila estaba más que asegurado.
Rápidamente la galería comenzó a llenarse, y no era para menos. Los dueños de la galería se habían encargado de publicitar la exposición de Laila, por lo que el rostro de la artista, como ya pasó en Sevilla, estaba por muchas calles neoyorquinas. La belleza de la joven ya era un reclamo para asegurar la presencia de muchos interesados en la preciosa y llamativa artista española en la galería Ágora.
Lo que Laila no podía ni imaginarse, ni por asomo, era que esa misma noche iba a ver a Alana. No sería necesario contar los días para verla, porque por fin, el momento tan esperado de verse, había llegado para las dos. La realidad iba a superar su propio sueño, porque nunca imaginó que además de exponer en Nueva York, iba a tener la suerte de volver a ver a la mujer de su vida en la mismísima ciudad de los rascacielos.