Capítulo 129. El alta.

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Esa mañana de lunes Alana no quería salir de la cama, pero el deber la llamaba. Sabía, por su colega, que éste le iba a dar el alta a Laila, y que por fin se podía considerar una mujer curada, aunque debiera hacerse futuros controles para descartar una posible recaída.

Alana se debatía si esa tarde haría por ver a Laila o no. Ella quería verla, pero no se atrevía a hacerlo. Aunque si lo pensaba, tenía la excusa de darle la enhorabuena por la buena noticia que habría recibido por parte del doctor Pardos. Echaba de menos a rabiar a la profesora, y cada día le costaba más conformarse viéndola en las noticias. Pero sabía que si hacía por verla, podría quedarse en blanco cuando la tuviera en frente de ella, y no quería hacer el ridículo delante de la mujer que aún seguía amando. La oncóloga creía que si no la veía esa tarde, ya no tendría la oportunidad de verla en otra ocasión.


Ya en el coche y camino hacia el hospital, lo primero que hicieron Isabel y doña Pilar fue cantarle el cumpleaños feliz a Laila. Ésta no paraba de sonreír. Ese día era un día para celebrarlo, pero por partida doble.

Luego, las tres mujeres hablaron de lo que le esperaba a Laila una vez ya curada de su enfermedad, en el mundo de la pintura. La profesora compartió con la anciana y con su amiga la intención que tenía de acabar las clases en el instituto en lo que le quedaba de curso, y el siguiente curso cogerlo sabático para poder dedicar el mayor tiempo posible a pintar. Debía priorizar y elegir en qué quería invertir su tiempo, y aunque la docencia era parte de su vida, había llegado el momento de dedicarse casi al cien por cien a la pintura. Y más si pretendía ser una pintora de renombre. En la vida había que tomar decisiones, y había llegado el momento de hacerlo.

Cuando bajaron del coche, doña Pilar no pudo evitar darle la mano a la profesora. Ésta estaba hecha un manojo de nervios, y el sentir la cálida piel de la anciana tocar la suya, la hizo relajarse al instante.

-Vamos, Laila, hoy te vas a comer el mundo. Luego cuando salgamos del hospital, tenemos que celebrar que cumples años y que te van a dar la mejor noticia de tu vida.

-Isa, en el día de hoy voy a nacer por segunda vez…Siento algo raro en mi interior. Estoy muy nerviosa, si os soy sincera.

-Lo sé, cariño, pero debes relajarte. Aunque esos nervios son provocados por la felicidad que sientes- le dijo doña Pilar mirándola con mucho cariño.

Las tres mujeres se dirigieron a la planta de oncología, más concretamente a la consulta del doctor Pardos. Cuando pasaron por la puerta de la consulta de Alana, Laila no pudo evitar desmoronarse, por lo que doña Pilar estuvo atenta y apretó la mano de la joven con cierta suavidad. En la sala de espera había varias pacientes esperando para ser atendidas por la doctora, y en ese momento la profesora deseó ser una de esas mujeres. Lo que Laila no podía ni imaginarse era que Alana no paraba de mirar el reloj de pulsera que llevaba en su muñeca porque sabía perfectamente a qué hora estaba citada la joven, como también sabía que en ese instante estaban separadas por una pared y unos pocos metros.

Las tres mujeres por fin se sentaron en la sala de espera del doctor Pardos, y esperaron pacientemente a ser atendidas por el mismo.

A los quince minutos de estar esperando, el oncólogo las hizo pasar a la consulta, con una exultante sonrisa en su rostro maduro.

-Vaya Laila, hoy vienes muy bien acompañada. Lo que no tengo tres sillas…

-No se preocupe, yo me quedaré de pie - le contestó Isabel al doctor.

-Perfecto entonces. Bueno, hoy ya sabes que esta cita es para darte una noticia que te tiene que tener loca de contenta.

-Sí, doctor. Lo sé. Y no sabe los nervios que llevo encima…Con todo lo que he pasado…-Laila estuvo a punto de derrumbarse. Tenía un cúmulo de emociones en su interior que necesitaba sacar al exterior. Y tarde o temprano iban a terminar brotando.

-Laila, lo sé, pero podemos confirmar que la enfermedad ha remitido al no evidenciar alteraciones anatómicas ni funcionales compatibles con la existencia de tumores detectables, en la actualidad - la profesora miraba fijamente al doctor sin llegar a pestañear - pero, debemos ser prudentes, y tienes que saber que consideraremos que estás libre de la enfermedad cuando hayan transcurrido más o menos unos cinco años desde que se te diagnosticó, por lo que serán necesarias ciertas pruebas más adelante. Simplemente a modo de control.

-Se refiere a que puede ser posible una recaída, ¿no? - le preguntó la joven dudosa.

-Sí, en efecto, existe la posibilidad de que pueda haber enfermedad microscópica que no se haya detectado y que pueda conllevar una recaída.

-Claro, no se preocupe, que lo tengo en cuenta y me iré haciendo las pruebas pertinentes para tenerlo todo bajo control.

-Laila, debo recomendarte que, lleves una alimentación equilibrada, hagas ejercicio, duermas bien, no tengas nada de estrés, aunque sé que con lo que se te avecina creo que va a ser imposible que no llegues a estar estresada en algún momento dado…

-Muchas gracias por el consejo, doctor, intentaré tomarlo con calma.

-Bueno, pues con ésto…Ya podemos terminar la cita, no sin antes recordarte que en la planta de oncología tenemos una campana, como símbolo de esperanza y como vencimiento a tu enfermedad, te invito a que si quieres, vayas a tocarla a modo de cierre de este proceso que te ha tenido con altos y bajos, marcando un antes y un después en tu vida.

Isabel y doña Pilar miraron a la joven sin poder dejar de sonreír las dos. Isabel posó la palma de su mano en el hombro de la joven, apretándolo cuidadosamente. Laila se levantó del asiento de forma decidida.

-Si ellas me acompañan, por supuesto que quiero cerrar este periodo de mi vida de la mejor manera posible - la joven estaba entusiasmada pensando en que por fin, y después de tantos meses de sufrimiento, iba a tocar esa dichosa campana simbolizando con ello la lucha y el consiguiente vencimiento a su enfermedad. Pero, a pesar de estar acompañada por su amiga y la anciana, sabía que necesitaba a su lado a Alana.

Cuando las tres mujeres y el oncólogo  salieron de la consulta para dirigirse a la planta de oncología, el hombre no pudo evitar mandarle un mensaje a la doctora Del Olmo, pues consideraba que ella también debía estar en ese momento con Laila, al haber sido partícipe de gran parte del proceso de la enfermedad de la joven, y así se lo hizo saber a su colega.

Matices y colores (continuación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora