Capítulo 125. Después de la cita.

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-Bueno Laila, la última analítica ha salido mejor que bien. Vamos a probar con dos ciclos más de quimioterapia, quizás sea necesario uno más - comentó Alana mirando a Laila pero dirigiéndose a las dos mujeres que tenía enfrente de ella.

-Eso son buenas noticias, doctora, ¿Verdad?

-Sí, Laila, lo son - le contestó la oncóloga con una sincera alegría, porque lo que más le importaba era curar a la joven - sabes, el haberlo cogido a tiempo, y tus ganas y actitud frente a la enfermedad, te están ayudando a superarlo. Hay pacientes que cuando se enteran del diagnóstico, decaen estrepitosamente y no quieren salir ni de la cama. Cada día que pasa para ellos es un infierno. Y para ti es todo lo contrario, cada día que pasa está lleno de matices, como dirías tú. Así que si sigues así, vas a poder dedicarte en cuerpo y alma a lo que más feliz te hace, que es pintar. Te espera un último esfuerzo.

-Gracias…Doctora - le contestó Laila a la mujer con un tono de voz apagado. Isabel, que la tenía a su lado, no podía entender por qué le había contestado de esa manera su amiga a la oncóloga si le estaba dando la mejor noticia que podía darle. Algo se le escapaba. 

-Bueno, si me disculpais, es que voy con un poco de retraso hoy…Me han juntado las consultas del doctor Pardos con las mías…

-Claro, perdone. Ya nos vamos.

-Por cierto, la próxima cita, ¿La tendrá Laila contigo o con el doctor Pardos? - preguntó Isabel de forma decidida. No sabía lo que había ocurrido entre su amiga y la oncóloga en su ausencia, pero a ella misma le gustó ver de nuevo a Alana, por lo que quiso saber quién atendería a su amiga en la próxima cita. A ella no le importaría verla de nuevo.

-Isa, no lo sé. Dependerá de cómo se encuentre mi colega, pero por lo que he hablado antes con Laila, creo que ella prefiere que le atienda él. Así que veremos. 

-Vale, gracias - dijo Isabel mirando con cara de incredulidad a su amiga. Ahora sí se preguntaba qué había pasado entre esas dos mujeres cuando ella tuvo que salir a atender la llamada. Laila debía estar loca…

Laila e Isabel salieron de la consulta una seguida de la otra. 

Alana, que necesitaba tiempo para digerir lo que había pasado con la profesora, decidió salir un momento e ir a los servicios. Cuando atravesó la sala de espera, una de las pacientes le recriminó que a dónde iba si llevaba mucho tiempo esperando a ser atendida, a lo que Alana le contestó pacientemente que en unos minutos regresaba. 

Cuando llegó al servicio, fue directamente a la pila de los lavabos y lo primero que hizo fue apoyar sus manos en la pila y seguidamente se miró en el espejo con cierto miedo por ver qué era lo que se iba a encontrar tras el espejo. Los brazos le temblaban y el corazón le iba más rápido que de normal.

-¡Joder, Alana, estás perdida! -atinó a decirse así misma. Laila había intentado besarla. Ni en sus mejores sueños lo hubiera imaginado. Eso lo tenía más que claro. Cuando puso sus delicados y delgados dedos sobre su barbilla, sintió miles de mariposas revolotear en su estómago, y le recordó todo lo que amaba a esa maldita mujer. La amaba y la quería a partes iguales, pero esa mujer estaba saliendo con otra, por lo que era una mujer prohibida para ella. Alana nunca tendría algo con una mujer con una relación de pareja. Eso no iba con ella. Intentaba ser lo más legal posible, aunque a veces le superaba el amor que sentía por Laila. Le había costado mucho esfuerzo pedirle un tiempo hasta que Laila se curara y ella ya no fuera su oncóloga. Pero quizás su ego por ser ella la que la curara, había pesado más para decantarse por esa decisión. Y finalmente Laila había preferido cerrarle la puerta y abrírsela a Laura. Era así de sencillo. Pero…¿Laila era capaz de besar a una mujer estando con otra? Eso le descuadró a Alana. Creía que Laila también era una mujer legal, en todos los sentidos, y una mujer con las cosas claras no hacía esas cosas.

Hubo un momento donde Alana se arrepintió de haber rechazado a Laila en la consulta, porque ella misma se moría de ganas por volver a sentir los espectaculares labios de la joven, pero, ¿Qué otra cosa podía haber hecho? No podía dejarse llevar por lo que sentía en el trabajo, en su propia consulta, y encima Isabel a punto de entrar en ella… Luego pensó que había hecho lo correcto y que estaba siendo lo más profesional que podía ser. 

De tanto pensar en lo que había pasado, a la oncóloga le empezó a doler la cabeza, y suspiró cuando pensó en todas las consultas que aún le quedaban por pasar. Si fuera por ella, se iría a casa en ese mismo instante. Porque entre el dolor de cabeza que empezaba a tener, y el pensar en Laila de forma recurrente, no estaba en condiciones para seguir trabajando. Le daban ganas de llorar y de golpear algo. Había visto a Laila y ésta lucía espectacular, como siempre, a pesar de la enfermedad. Y ahora, ¿Cuánto tiempo tendría que pasar para verla de nuevo? ¿La vería otra vez en su consulta? O quizás la volvía a ver en las noticias…Como últimamente. El sólo pensar en la profesora y en la galerista juntas, le daban ganas de vomitar por lo que intentó no pensar más en ellas.


Laila e Isabel iban andando a la par, dirigiéndose hacia el coche. Fueron en silencio porque a la joven no le salían las palabras de la boca y a Isabel sí le salían, pero debía pensar como iba a reprender a su amiga sin que ésta perdiera los estribos. Estaba claro que había pasado algo en la consulta cuando ella tuvo que salir, porque después, cuando entró de nuevo, notó que Laila estaba muy apagada y luego lo que dijo Alana de que su amiga prefería que la atendiera su colega. Se moría de ganas de preguntarle a su amiga qué había pasado con la oncóloga, pero esperaría a llegar al coche para preguntarle, porque como no sabía cómo iba a reaccionar Laila, lo mejor sería hablar en un sitio cerrado y sin nadie alrededor de ellas.

Matices y colores (continuación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora