Capítulo 123. La cita médica.

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Alana intentó controlar los nervios, pero le costó un mundo hacerlo. Había tenido que nombrar a Laila para que ésta entrara en la consulta, y además, cuando alzó la mirada brevemente del papel, la vio de soslayo sentada junto con Isabel. 

La oncóloga tuvo miedo de que la profesora notara su elevado grado de nerviosismo, pero lo que ella no sabía era que Laila estaba igual. Ambas mujeres desearon con todas sus fuerzas no tener que pasar por esa situación tan incómoda. En buena hora el doctor Pardos tuvo el maldito accidente…

Alana se echó a un lado para dejar entrar a Laila e Isabel. Mientras éstas pasaban al interior de la consulta, a la oncóloga le fue imposible no inspirar el olor de la profesora. Para ella era como una droga, y además llevaba tiempo sin olerla. La había echado mucho de menos. Pero Laila hizo exactamente lo mismo, cuando pasó al lado de la oncóloga, con la mirada gacha, se quedó aturdida con el caro perfume de la mujer que ella amaba. Ese olor la podía volver loca. Y fue percibirlo, y en su cabeza se agolparon un recuerdo tras otro con la doctora. Tuvo que tragar saliva torpemente y enfrentarse a lo que se le venía encima en ese instante. Menos mal que estaba con Isabel.

Alana cerró la puerta e intentó no mirar a Laila. Mientras ésta e Isabel se sentaban, Alana lo hacía al otro lado de la mesa. Tuvo que ser ella la que comenzara a hablar.

-Hola Laila, ¿Qué tal todo?¿Cómo te encuentras? - a juzgar por las fotos que había visto de la profesora y la galerista, estuvo a punto de decirle que ya sabía que le iba muy bien, tanto en lo profesional como en lo personal. Pero se abstuvo de meter la pata y parecer una mujer celosa. Cuando se dirigió a su paciente, no pudo evitar mirarla fijamente a los ojos, lo que hizo que la oncóloga se removiera nerviosa en su asiento. Ese precioso verde la desestabilizaba por completo.

A Laila no le quedó otra que mirarla también a los ojos cuando la mujer le preguntó. No sabía ni qué contestar, porque aunque físicamente se encontraba algo mejor, los ánimos  estaban bajo cero. 

-Bien, doctora. Más o menos me encuentro bien, aunque estoy muy cansada - le contestó la joven dudando qué debía decirle. A Isabel le llamó la atención que su amiga no tuteara a la médica, porque a pesar de saber lo que había pasado entre ellas, pensaba que Laila no se alejaría de Alana de esa manera. 

Alana por fin dirigió la mirada a la pantalla de su ordenador. Hizo como si miraba los resultados de las últimas pruebas que se hizo la profesora, porque en realidad se los sabía a la perfección. El tener que ser educada con su paciente y mirarla a los ojos cuando estaban hablando, la dejaba totalmente aturdida. Lo que seguía sintiendo por esa joven no era normal para ella, además de no saber cómo debía gestionarlo, y más cuando Laila había rehecho ya su vida con otra mujer. 

-Laila, que estés cansada es normal. Todo ha salido muy bien, va todo a pedir de boca. Debes estar contenta. Además, me da que llevas un ritmo de trabajo algo frenético,¿No? ¿Sigues dando clases en el instituto? - le preguntó la mujer lo más profesional que pudo. 

-Sí, sigo dando las clases. Mi idea es darlas hasta finalizar el curso, si la enfermedad me lo permite, claro. Y luego ya tendré que hacer un pensamiento. Es un último esfuerzo, doctora. 

-Lo sé. Sólo te pido, como oncóloga, que respetes el ritmo de tu cuerpo. Él te dirá hasta dónde puedes llegar, pero sobre todo no lo fuerces, porque desde mi punto de vista, deberías estar descansando. 

A Laila no le sentó nada bien que Alana le dijera lo que debía hacer. En ese momento no entendió que la mujer se estuviera preocupando de esa manera por ella como profesional. Creyó que debía estar enfadada con ella y por eso la estaba atacando. 

-Bueno, no se preocupe por mí, sé perfectamente dónde está mi límite, y no tengo ninguna intención de sobrepasarlo - le contestó Laila a Alana. Ésta no esperó esa contestación por parte de su paciente, lo que la dejó más traspuesta de lo que ya estaba. Hasta Isabel se quedó sorprendida por cómo había contestado su amiga a la oncóloga. Sólo le había dado un consejo como profesional que era, nada más. Estaba claro que Laila estaba nerviosa y la situación se le estaba yendo de las manos. Justo cuando Isabel le iba a coger de la mano a la profesora, recibió una llamada que debía atender. 

-Perdón, debo salir…Ahora vuelvo- le dijo Isabel a las dos mujeres levantándose de la silla y saliendo apresuradamente de la consulta, lo que hizo que Laila se agitara inconscientemente. Estaba perdida quedándose a solas con Alana entre esas cuatro paredes.

Cuando la mujer salió de la consulta, Alana y Laila se miraron a los ojos sin titubear. En esa mirada había anhelo, tristeza, pena, amor y también rabia. Cómo una mirada podía expresar tantos sentimientos a la vez en las dos mujeres. Aún se quedaron unos segundos en silencio, hasta que fue Alana la que volvió a retomar la conversación. Ahora que estaba a solas con Laila, debía ser lo más profesional posible con ella, porque ni por asomo quería saber nada de la vida de la artista. Ya había tenido bastante con lo que las revistas contaban de su vida amorosa. Si la misma Laila le confirmaba que había empezado una relación con Laura, la podría hundir por completo. Y en ese momento no estaba preparada para escuchar eso. 

-Laila…Sólo te dije que te cuidaras, como oncóloga, nada más.

-Bien, pero ya no eres mi oncóloga. No entiendo por qué no me ha podido atender el doctor Pardos…- le dijo la joven algo malhumorada y tuteándola. 

-El doctor Pardos ha tenido un accidente, así que dudo que para la próxima cita te pueda atender él. Pero si crees que no estoy a la altura como profesional, puedes pedir que te atienda otro oncólogo, no tengo problema con eso- Alana tuvo que medir sus palabras con su paciente, porque lo que ya le faltaba era que le restregase que no quería que ella la atendiera. La paciencia se le estaba agotando aunque prefería contenerse a decirle a la joven lo que pensaba de todo lo que estaba pasando entre ellas.

Laila se dio cuenta al momento que estaba a la defensiva con Alana y le estaba contestando de malas maneras, por lo que decidió relajarse y disculparse con la oncóloga

Matices y colores (continuación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora