Capítulo 140. El consejo de Raquel, billete para Nueva York.

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Mientras Laila cogía el avión para Madrid, y luego otro para Nueva York, Alana no aguantó más y se fue al hospital a ver a Raquel. Sabía que su amiga estaba pasando consulta, por lo que esperó pacientemente en la sala de espera a que Raquel terminara de atender a su última paciente.

Cuando la paciente salió, Alana se coló directamente en la consulta de su amiga sin llegar a tocar la puerta. 

-Raquel, ¿Cómo vas? Estoy de los nervios. ¿Te quedan más pacientes por ver? Necesito hablar urgentemente contigo. 

-No, Alana. Ya terminé. Por cierto…He visto la rueda de prensa de Laila, ha sido espectacular lo que ha dicho sobre ti. Tienes que estar como en una nube. Pero…¿Tú prefieres que ella no diga públicamente tu nombre?

-Raquel, si dice mi nombre pueden atar cabos en el hospital. Es mejor así. Ella ha hecho lo correcto, total, las dos sabemos a quién iba dirigido ese mensaje. Entonces lo demás sobra. 

-¡Qué bonito, Alana! Entonces siempre has estado en el corazón de Laila. Yo, a pesar de llegar a dudar, sabía que esa mujer era para ti. Pero, ¿Y el beso con Laura?

Alana se sentó en frente de su amiga y le contó pacientemente todo lo que doña Pilar había compartido con ella. Raquel se quedó estupefacta. Era peor de lo que ella pensaba. Sabía que María era capaz de cualquier cosa pero nunca pensó que la ex novia de su mejor amiga pudiera llegar tan lejos. 

-Bueno, Alana, estoy con doña Pilar. Laila ya te ha abierto su corazón. Ahora creo que debes ser tú la que haga algo por ella, ¿No crees?

-La verdad es que me muero por verla. Por tenerla en frente mío para poder mirarla a los ojos sin titubear. Esa mirada me tiene embelesada. 

-No sólo la mirada te tiene así. Laila es una mujer muy especial. No me extraña que estés loca por ella. Pero…Me da miedo, es una mujer guapísima y famosa, le van a llover novias por todas partes. 

-Lo sé, Raquel. Pero ella me quiere a mí. Creo que puedo estar a la altura de las circunstancias. Estamos hechas la una para la otra. A mí no me cabe la menor duda. 

-Perdona, Alana, no me refería a eso. Sé que tú vas a estar a la altura de Laila porque sí ella vale mucho, tú no te quedas atrás. Te mereces lo mejor, ya lo sabes. Sólo lo decía porque tendrás que acostumbrarte a verla con bellas mujeres. La invitarán a eventos y saraos, y ella tendrá que ir. 

-Lo sé, Raquel. Pero yo puedo ir con ella. Además, confío plenamente en Laila. Me lo ha demostrado con creces. 

-Vaya, por fin vuelves a ser la Alana de siempre. Así te quiero ver yo, comiéndote el mundo si es necesario. Entonces…¿Has mirado vuelos para Nueva York? ¿Cuándo te vas?

-¿Qué? ¿Irme a Nueva York?

-Vamos, Alana. Me has dicho que te mueres por verla. Ella va a estar unos días allí. No creo que puedas aguantar una semana sin verla. Dijo en la rueda de prensa que debía ir un día antes para los últimos preparativos para la exposición. En nada expone. Aún estás a tiempo de mirar un billete. Eso sí, te va a costar un riñón, pero creo que merecerá la pena, ¿No lo crees?

-Joder…Raquel, no puedo pensar con claridad. Claro que necesito verla ya mismo. Pero…¿Qué hago yo en Nueva York? Además, no quiero agobiarla ni nada por el estilo. Ella ha ido allí por cuestiones de trabajo, no por amor. Y tiene que centrarse plenamente en la exposición. Me consta que es el sueño de su vida exponer en Nueva York. 

-Alana…Sabes, creo que ya has perdido un tiempo que nunca vas a recuperar, de estar con la mujer que quieres. Estuviste en su enfermedad a medias, en realidad no la has acompañado plenamente ni en lo bueno como en lo malo del proceso de su enfermedad, aunque me dijiste que sí estuviste cuando ella tocó la campana. Pero…Si dices que es el sueño de su vida, ¿No crees que tú deberías estar acompañándola para cumplir dicho sueño?

-Visto así…Puede que tengas razón.

-Además, no es por meterte miedo, pero en la galería Ágora seguro que hay mujeres espectaculares detrás de tu queridísima Laila. ¿Vas a dejar que esas mujeres quieran tontear con ella?

-Ahora mismo voy a mirar un billete. Me has convencido. Ya tuve suficiente con Laura. No quiero verla tontear con ninguna otra mujer. Gracias Raquel…Deséame toda la suerte del mundo. 

-No la vas a necesitar, en realidad. Lo que sí creo que vas a necesitar es mucha ropa interior de recambio…Ya sabes, tenlo en cuenta cuando hagas la maleta. 

Alana se rió con la ocurrencia de su amiga. Se levantó de su asiento y abrazó a Raquel con muchas ganas. 

Tenía razón la dermatóloga, Alana había resurgido de la nada. Se sentía fuerte para coger un avión y cruzar el charco para ir en busca del amor de su vida, pero también se sentía fuerte para enfrentarse a María de ser necesario. 


Alana, antes de dirigirse a su casa, se pasó por el despacho de su supervisor. Necesitaba pedirle unos días de asuntos propios, y si era necesario se cogería algún día de vacaciones. El hombre, a regañadientes, le dio los días que la oncóloga le pidió. Nunca antes la había visto tan contenta, y ese fue el motivo de aceptar darle los días que ella necesitaba, porque llevaba un tiempo bastante deprimida, y el supervisor no quería volver a verla en esas condiciones. 

La oncóloga por fin salió del hospital más feliz que nunca. Tenía que darse prisa en comprar el billete para Nueva York y hacer la maleta en la mínima brevedad posible. Con lo que la mujer no contaba era con una visita inesperada a su casa de su ex novia, para pedirle explicaciones por la declaración de amor de Laila Román en la rueda de prensa que había dado por la mañana, y para seguir amenazándola si no volvía con ella. Pero lo que María no sabía era que todo el mal que había hecho hasta ese momento, se le iba a volver en su contra. Ya no había vuelta atrás.

Matices y colores (continuación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora