Capítulo 1.

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Max o Daniel, van a tener mucho que explicar.

Él queda descartado, por Dios, ni siquiera ha dado su primer beso en sus 26 años, ¡Él, el gran Carlos Sainz!

Es atractivo, lo sabe, no le falta quién quiera ligarlo, su estilo lo hace ver como todo un rompecorazones, incluso corren rumores de que es todo un Don Juan, destruyendo camas y corazones a su paso, verdaderamente piensa que la gente tiene mucha imaginación y tiempo libre.

Su primera y última novia lo dejó el primer día luego de escucharle hablar sobre One Piece, y las personas que se le acercan para ligar, le dejan a los pocos minutos divagando después de escuchar sobre el por qué el hot dog es en realidad un sándwich.

Así que, sí, él no es el padre.

Entra al departamento, con bebé en brazos, dejó la cuna en la entrada, porque pesaba más que la bebé, una nota mental para asistir más al gimnasio, no más procrastinación.

Y antes de que pueda entrar a la sala, se escucha a Max gritarle.

-¡Vamos, hombre! Mueve ese trasero, que me voy a dormir esperándote -exasperado de la lentitud de su amigo Carlos.

-Los pits de Ferrari son más rápidos -le secunda Daniel.

-Coño, todavía que recojo su paquete de la entrada -reclama, entrando por fin a la sala, con la bebé riendo.

Silencio.

La bebé al sentir la quietud de los hombres deja de reír, dedicándose a observar a los otros dos hombres que están cubiertos en varias cobijas y con pijamas de animales, sentados (casi desparramados) en el sillón frente al televisor.

-Espera, un momento, ¿nuestro paquete y de dónde sacaste... eso?-pronuncia Max confundido.

-Al parecer la bebé es de alguno de los dos y mira que quién sea que la haya dejado aquí parecía enojada -responde Carlos.

-¡No es mía! - responde de inmediato Daniel- Estoy muy pequeño para ser padre.

-Mía tampoco, -le sigue Max- yo le soy fiel a Sergio, además, ¿cómo sabemos que no es tuya?

-Oh, vamos, Sergio ni te tira bola, y no, no es mía, porque, porque, porque... -Sainz habla cada vez más bajo negándose a decir sus razones, demasiado avergonzado.

-Por qué, ¿eh? -Max se está quedando sin paciencia.

-Seguro que es suya -se burla Daniel.

Carlos sigue parado en la entrada de la sala, siente el rostro caliente por lo avergonzado que está, decir el por qué sería motivo perfecto para las burlas, él es señorito de casa no es un chico fácil, pero estos idiotas no perdonan.

Max se encuentra cada vez más enojado no sólo por la falta de respuesta si no porque esa bebé está interrumpiendo su noche de hombres, y es hasta ese momento que mira detenidamente a la bebé.

Y es la bebé más tierna que ha visto, ese trajecito de león le queda grande lo que la hace ver más adorable, pero no, necesita mantener la cabeza fría, no distraerse.

Pero mira, está babeando su manita y, oh, se está riendo.

Daniel, mientras tanto, se ha acercado a Carlos y ha estado haciendo caras graciosas a la niña, causándole más ternura.

Carlos se rinde, no queda más, por más vergonzoso que sea, tiene que aclarar que no es suya, ¿qué diría su querida familia si creyeran que la bebé es suya?

-Soy virgen -dice en un susurro, pero no le escuchan entretenidos con la risa de la niña, se da cuenta y acomoda mejor a la niña, inhala y grita- ¡Soy virgen! ¡Dios, no he dado ni mi primer beso! La bebé no es mía -exclama, casi suplicando porque le crean.

El veredictoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora