Capítulo 16.

660 82 12
                                    

Daniel escucha divertido los audios de Lando, aunque sea poco entendible, entre tantos gritos y carcajadas, logra captar el mensaje principal.

Sergio y Max se acaban de casar.

La noticia no debería sorprenderlo, pero lo hace.

Conoce de sobra a Max, no por nada son mejores amigos, sabe de sus relaciones anteriores a quienes aceptó principalmente porque no había aprendido a decir no.

El recuerdo de ello aún le provoca carcajadas.

Sin embargo, sabe que llegó a quererles, aunque fuera un poco, sentimiento que se extinguió rápidamente al descubrir las infidelidades dejándole sólo una amarga inseguridad.

También sabe que, cuando Sergio le ayudó a recuperar su confianza (algo de lo que le estará eternamente agradecido), fue la primera vez que se enamoró, y siendo Max, un hombre entregado a todo, por supuesto que daría todo de sí incluso en el amor.

Y si aquello implica una boda con el amor de su vida, lo tomaría.

Pero lo que realmente le sorprende es la espontaneidad con la que se han dado los hechos.

Y él no juzgará la velocidad con la que debieron tomar su relación, no sólo porque es su mejor amigo, sino porque el está a punto de seguir su ejemplo.

"Aunque primero debo asegurarnos un buen futuro" se motiva, tratando de no rendirse ante la excesiva carga de trabajo.

Han sido semanas de trabajo realmente pesado y siente que nunca podrá acostumbrarse al ritmo, sólo ha llegado a casa para dormir poco y regresar inmediatamente a la empresa.

Pero lo que más odia de toda esta situación es que no ha podido ser un buen novio y padre, ha descuidado mucho a su familia, en sus días libres siempre está tan agotado como para hacer otra cosa que no sea dormir.

No puede recordar la última vez que se sentó a jugar con Ariel o siquiera habló frente a frente con Lando, agraviado con tanto papeleo, juntas y regaños que no puede ocuparse en otra cosa. Pero lo resistirá un poco más, su prioridad es poder conseguir suficiente dinero para poder traer la boda de en sueño que tanto anhela.

Sin embargo, su motivación no evita que, otra vez, llegue molido al dormitorio que comparte con Lando, deteniéndose frente a la puerta acompañado de la escuridad en la que se ha sumergido la casa, normal si considera que es la una de la mañana.

Ni siquiera ha cenado y no cree tener ánimos para hacerlo con el estrés y la preocupación opacando el hambre.

Suspira tratando de expulsar, sin éxito, los sentimientos negativos que se han asentado en su corazón antes de entrar por fin al cuarto y ver una bella pintura que logra calentar con amor su corazón.

Lando se abraza a su almohada enredado entre las cobijas siendo iluminado por la televisión frente a él, reproduciendo cualquier película de fondo, la luz azul dándole un toque mágico al momento.

Y el verlo ahí, tan tranquilo y ameno, creyendo que es completamente ajeno a su situación, alivia un poco su corazón, pero cuando se acerca a él para dormir nota el rastro de lágrimas, hundiéndolo nuevamente en la miseria.

Pero antes de que pueda hacer algo más, Lando ya lo tiene debajo de él apresándolo en la cama, mirándole fijamente con un pronunciado ceño fruncido, sus muslos apresando las caderas y sus manos sosteniendo las de Ricciardo sobre su cabeza, dejándolo inmóvil y sin escapatoria.

—¿Lan, dulzura? ¿qué pasa? —llama preocupado.

—Renuncia —demanda apretando el agarre sobre Daniel.

El veredictoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora