Capítulo 17.

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Carlos suspira tembloroso con sus emociones abrumando su ser, oculto y resguardado en la soledad de su habitación junto a Ariel, que ignorando el drama de su padre duerme tranquilamente después de disfrutar de los afectos con las que Charles le colmó.

Mismos afectos que recibió Carlos y ahora lo tienen así.

Desde hace unos días, o incluso desde el matrimonio de Max y Sergio, ha notado que Charles se ha vuelto más apegado a él e, incluso, descarado. Y no es que le moleste, le encanta ser el centro de atención de Charles y, sobre todo, ser el receptor de sus afectuosos abrazos y los tímidos besos en sus mejillas.

Pero eso es lo que lo tiene con los sentimientos a flor de piel y sus latidos resonando frenéticos en su pecho, sus afectos son demasiado abrumadores para su pobre corazón y lo dejan desarmado, sin saber cómo actuar ni cómo corresponder correctamente. Y menos siendo que lo tiene tan enamorado.

"O como diría Checo, enculadísimo".

Ríe por su propio pensamiento, acomodando a su pequeña hija cerca de la pared resguardándole de los monstruos del lado izquierdo de su cama, donde duerme valientemente cada que le toca dormir con ella.

Sin embargo, ni los monstruos esta noche pueden distraerle lo suficiente como para dejar de pensar en Charles, dejándolo suspirar enamorado. Pero hay un pequeño, casi efímero, problema: Charles es su alumno.

Aún si supiera cómo corresponder o actuar ante las acciones de Charles que le dejan levitando alto por las nubes de la felicidad donde jura alcanzar la luna, ese hecho siempre está resonando en su cabeza y la realidad lo deja caer de bruces estrellándose de cara.

Por ello, ha decidido confesarse a Charles después de su graduación, lo que en teoría es fácil, sólo debe esperar cuatro meses más, pero la práctica siempre ha sido más complicada de lo que espera.

Su corazón late enamorado, ardiendo de amor que el calor de ese fuego se refleja en motas rojas que recorren sus mejillas por cada acción de Charles incluso si es la más insignificante, como la de ahora, cuando lo ve sonreírle apenas se encuentran en la mañana.

-Buenos días, Calos -le dice con suavidad que se refleja incluso en su sonrisa y esos ojos verdes que adora admirar, dejándolo sin palabras y sólo puede admirar el paso seguro con el que entra Charles al departamento uniéndose a él en la cocina.

Siente el piso bajo suyo temblar, y se pregunta si en realidad es el suelo y no sus piernas que le sostienen débilmente, anonado admira al bello hombre frente a él, entonces Charles se ríe enternecido por la mirada perdida que Carlos le dirige trayéndolo de regreso.

-Buenos días, Charlie -dice tratando de recomponerse, sonando nervioso sin querer y desvía su mirada sin notar la sonrisa astuta de Charles, suspira volviendo su mirar al hombre frente a él.

-¿Y los demás? -pregunta, genuinamente confundido de no ver a nadie más en el departamento ni escuchar sus habituales riñas.

-Los Pérez fueron a Alemania con Ariel, que por cierto me la arrebataron muy temprano, desgraciados -contó Carlos, concentrándose en la comida para ignorar y calmar un poco su acelerado corazón por ser consciente de lo cerca que está Charles de él, -Daniel y Lando fueron a su entrevista de trabajo.

Charles asiente en acuerdo, recordando el matrimonio dijo que irían a ver a la familia de Max y los amigos de Sergio, para anunciar su boda y la fiesta que tendrían en unos meses, además, Daniel y Lando con su extenso conocimiento en dibujo y tecnologías fueron recomendados por Carlos a la escuela de Arte como profesores de Diseño y Dibujo, siendo hoy su tan ansiada entrevista de trabajo, por lo que tuvieron que retirarse temprano.

El veredictoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora