Capítulo 14.

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Ariel jugaba con la pequeña Lola, que estaba en el regazo de Pierre, balbuceando sobre cualquier cosa mientras agitaba su peluche de león y su gusano de colores que le entrega a Lola.

Ríe cuando ve que la otra pequeña lo deja caer, incapaz de sostenerlo, siendo ayudada por su padre Pierre que agita el gusano enfrente de ellas, provocando más risas en Ariel.

Max y Checo sólo podían ver tiernamente a Ariel reír sin parar, divertida, mientras ellos trabajan diligentemente y motivados.

Porque el hecho de que Yuki esté detrás de ellos vigilándolos no tiene nada que ver.

—Yuki, ya acabé el libro de registro, ¿ya puedo jugar con mi hija? —pregunta temeroso Max.

—No —responde autoritario, —antes tengo que darle el visto bueno.

—Maxie, ¿me ayudas con lo mío? —Sergio trata de convencer a Max, haciéndole ojitos.

Pero antes de que Max pueda aceptar Yuki vuelve a hablar, gruñón: —Ni se te ocurra, Max.

Max mira a Checo con un puchero quien sonríe tratando de consolarlo, a falta de acciones, porque no puede despegarse de la silla.

Literalmente.

Max no puede quejarse o siquiera suspirar frustrado pues toda la situación es culpa de ambos y el castigo es justo, e incluso leve considerando la personalidad de Yuki.

Con Carlos, Lando y Daniel ocupados en el trabajo necesitaban buscar alternativas para poder cuidar de Ariel, y una niñera no era opción. Pero afortunadamente Max ya tenía un lugar para ella en su oficina, cortesía de Pierre, lugar que tendría un portabebés junto a todas las comodidades para Ariel y Lola, así podrían ser vigiladas por los tres hombres y pasar más tiempo juntas, de esta manera para cuando Lola crezca un poco más pueda jugar junto a Ariel sin problemas.

Ya llevaban más de un mes con este sistema, desde que sus padres se fueron y Carlos entró a clases, lo llevaban bien, incluso mejor desde que Sergio se unió a ellos. A veces, Pierre se ausentaba pues también tenía trabajo que hacer pues simplemente veían a las niñas, cuidando de que no se escapen.

Como esa vez en que Ariel gateó hasta la terraza junto a las mesas de los comensales, un descuido de los novios porque Checo agarró un descanso de sus pendientes para mimar a Max con besos.

Yuki los acusó con el resto y, por ello, ambos recibieron un regaño y una plática sobre la responsabilidad de parte de Carlos.

Sin embargo, hoy debían entregar sus informes, antes de las tres de la tarde, y casi lo entregaban antes del límite.

Casi.

El problema surgió cuando, comprobando que ahí siguiera Ariel, voltearon a verla y ella ya los miraba abrazando su pequeño león, con esos brillantes y tiernos ojos café incitándolos a jugar con ella, pues Lola estaba dormida.

Max trató de resistirse, lo jura.

Aunque Yuki no le crea.

Pero ver a Sergio, que ni siquiera lo intentó, jugar con Ariel le derritió el corazón y se unió a ellos poco después. Olvidando el trabajo, hasta que entró Yuki y se los recordó, a las malas.

Ahora, librados del castigo de Yuki después de entregar los reportes del mes es que pueden respirar con tranquilidad y derrotados se derrumban en sus sillas, Pierre los mira divertido para después observar a Yuki alimentando a Lola.

—No te acabes todo, pequeña bribona —reclama a su hija pellizcándole su regordete cachete recibiendo un golpe de Lola, —sacó tu fuerza, corazón.

El veredictoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora