Capitulo 7.

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A la mañana siguiente, cuando se reunieron en la recepción del edificio, los reinó el silencio después de que se saludaron, sin saber cómo iniciar una conversación. Se sienten tímidos y ansiosos, no saben cómo actuar, las manos se rozan y pican queriendo tocar algo, a lo que Lando un poco tímido mira al piso cuando junta sus meñiques.

Pero su mirada se dirige rápidamente a Daniel cuando siente a este entrelazar sus manos, él ya está mirándolo y le sonríe suavemente, le regresa el gesto con la misma ternura que sus ojos proclaman, detienen su caminata.

Se miran frente a frente, emanando calor de su unión y aunque pueden sentir el frío viento acariciando sus caras, no se inmutan, y se acercan cada vez más.

Daniel se inclina un poco más mientras Lando se pone en puntitas, inconscientes ambas manos se han entrelazado y dos corazones laten desenfrenados y ansiosos por el escenario que ambos labios protagonizarán.

Un teléfono suena, rompiendo la burbuja y alterando más los corazones, frenéticos y decepcionados por la reciente situación, es el jefe de su área, exigiendo su presencia con urgencia, al colgar se miran con ojos divertidos estallando en carcajadas y deciden correr las dos cuadras faltantes para llegar, el peso de la incomodidad por su encuentro desapareciendo con cada paso.

Durante todo el día las sonrisas no desaparecieron de sus rostros.

Incluso, cuando se despidieron, lo hicieron con sonrisas suaves, el amor desbordando de sus ojos y sus labios repartiendo besos por las mejillas del otro, palabras de amor resonando en sus corazones.

Cuando entraron en sus habitaciones se derrumbaron, derretidos por la calidez de su amor, ansiosos por el mañana.

Que, para fortuna de ambos enamorados, pareció llegar pronto y les saludaron las nubes grises que cubrían el cielo junto al fresco típico del invierno y, para Daniel, los gritos histéricos de Max.

-¡Mis papás ya están en el aeropuerto! ¡Y la casa está hecha un desastre!

-¡Desastrosa tu vida! -se oyó a Carlos -¡La he limpiado muy bien!

Seguido de los balbuceos de Ariel y las pisadas rápidas de Max, sus ganas de volver a dormir eran fuertes, pero más fuerte era el ruido fuera de su habitación así que tuvo que levantarse como Dios lo trajo al mundo, en contra de su voluntad.

-¡Mucho ruido tan temprano! ¡Dejen dormir!

-¡Cállate! -le gritaron los otros dos de vuelta junto a las risas de Ariel.

Con curiosidad se dirigió a la sala, donde encontró a Carlos y Ariel jugando mientras Max hablaba por teléfono que según logró entender, con su nulo conocimiento en alemán y las expresiones de Max, ya estaban cerca de llegar.

Así que en menos de cinco minutos ya estaba presentable en la sala con todos los presentes esperando a la familia de Max, hasta que escucharon el timbre y Max se levantó rápidamente, ansioso y feliz a partes iguales.

Cuando abrió la puerta y vio a su familia ahí casi se echa a llorar de la emoción si no fuera porque Mick y Jos, (su madre, su adoración, su todo) lo empujaron y entraron rápido al departamento emocionados de ver a la pequeña Ariel.

Sólo pudo ver a su padre incrédulo quien sólo reía, divertido, siendo fiel testigo de la emoción que aquellos dos emanaban. No habían parado de hablar sobre Ariel, y Jos, sobre todo, había llenado una maleta de ropa y regalos para ella, casi olvidando el regalo para Max y sus amigos.

Si no fuera por Michael que se dio cuenta y decidió llevarlos él.

-Es bueno verte, hijo -comenzó Michael mientras se acerca a abrazar a su hijo, quien le devuelve el gesto conmocionado por las acciones de su familia, a lo que Michael sonríe aún más, realmente divertido -vamos, ya te acostumbrarás, déjame ver a mi nieta.

El veredictoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora