Es solo... Ricitos de oro

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Morgan:

—Pensé que no aparecerías—dijo la mujer que me había atendido el día anterior cuando vine por el trabajo—. Pasaste la primera prueba—me miró de pies a cabeza, de nuevo, haciendo que me sintiera desnuda, una vez más.

—No sabía que estaba a prueba—respondí, tratando de no dejarme intimidar. Quería conservar este trabajo.

—Todos los días son pruebas—dijo con un tono que denotaba obviedad. Tomó su bastón y comenzó a dirigirse hacia el centro del estudio—. Espero que te sepas las reglas al derecho y al revés.

—Les he dado un vistazo—mi cerebro no había procesado la oración y cuando lo hizo, quise que alguien me matara. Al parecer estaba más nerviosa de lo normal, y, eso hacía que tendiera a auto sabotearme, quería que sonara gracioso, pero cuando se dio la vuelta y volvió a mirarme con sus ojos saltones, supe que estaba a punto de perder el único empleo decente que había tenido en mi vida y eso no encajaba para nada con mi plan—. Es decir, sí, sí, sí que me las he aprendido—me apresuré a añadir para intentar arreglarlo—. Al derecho y al revés, de atrás para adelante, de principio a fin, cada punto y cada coma...

Dios, tenía que callarme.

—¿Cuál es tu nombre?

—Morgan Belmar—respondí rápidamente.

Ella frunció el ceño, como si tratara de recordar algo.

—¿Belmar?—había cierta sorpresa en su tono y mis latidos comenzaron a acelerarse—. Eres familia de...

—No, no lo soy.

No lo soy.

Me miró durante varios segundos para después asentir y continuar hablando:

—Soy Mónica y si te lo has aprendido como dices, entonces sabrás que la primera regla es...

—No zapatos en el estudio—completé la oración por ella, quería que quedara impresionada porque de verdad lo había estudiado. Me miré los calcetines, al igual que ella.

—Bien—siguió caminando y el sonido de su bastón hacía eco por todo el lugar, incluso más que nuestras voces—. Es un piso muy delicado, invertí mucho dinero en él, en todo el estudio, en realidad, y me gustaría que siguiera intacto, cuidado.

Asentí.

—Pero esa regla la sabe cualquiera, la última suele ser la más esencial...

—Procurar por la seguridad de los bailarines —respondí.

—Pues bueno—siguió y no parecía impresionada en lo absoluto—. Es lo mínimo. Prepara el salón, la clase comenzará pronto.

—Está bien.

—Puedes dejar tus cosas en el escritorio.

Hice lo que me pidió y cuando me di la vuelta para decirle lo que fuera (ni siquiera estaba segura de lo que iba a salir por mi boca porque estaba muy nerviosa) vi que desapareció.

Solté un suspiro para intentar calmarme.

Unos ruiditos comenzaron a escucharse por todo el lugar.

—Estás aquí—susurró Olivia y el corazón se me enterneció por el tono que había utilizado, uno lleno de ilusión—Mi abuela dijo que no volverías.

Olivia era la niña más encantadora que yo había conocido. Me recordaba mucho a ricitos de oro, mi mamá solía leerme ese cuento cuando era pequeña y cada que veía a Oli, la historia se repetía en mi cabeza.

IT'S JUST A MISTAKEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora