Es solo un... Qué pequeño es el mundo

3.4K 234 18
                                    

Pedri:

Y aunque estuviéramos en frente del hotel, en medio de la calle. No podía detenerme.

No quería detenerme.

La necesitaba en este momento. Claro, que en este preciso instante y en este lugar a Morgan no le parecía tan buena idea.

—Para, para...—volví a atrapar sus labios con los míos y Mor soltó un pequeño gemido. Ella parecía no tener idea de que solo sus besos hacían que yo perdiera la cabeza—. Pedri... No podemos ahora, voy a dormir con Mónica—agregó con una sonrisa.

—Vamos a mi hotel—susurré en su oído y ella se estremeció.

—¿Y Oli?—dijo y me dio un besito en la base del cuello.

—Con Mónica—respondí.

Morgan solía ser la voz de la razón en nuestra relación, pero cuando vi su sonrisa y sus ojos brillosos se encontraron con los míos, supe que esta noche, ninguno de los dos estábamos pensando mucho.

—Vamos.

Gracias, gracias, gracias Mónica.

No recuerdo mucho de todo el trayecto que hicimos ambos hacia mi hotel, solo recuerdo la mano de Mor envuelta en la mía. Nuestros dedos entrelazados.

Tampoco recuerdo mucho de cómo llegamos al séptimo piso.

Pero fui plenamente consciente en el momento en el que entramos en mi habitación y cerramos la puerta.

Tomé sus mejillas con ambas manos y la atraje hacia mí con fuerza, la besé con fuerza. Quería relajarme un poco, pero no podía. ¿Ya había dicho que la necesitaba?

Recuerdo como pasé mis palmas por la curva de su cintura, recuerdo como se sentía el botón de sus vaqueros entre mis dedos y recuerdo el momento exacto en el que bajé su cremallera y lo recuerdo porque, al mismo tiempo, ella bajó la mía.

La besé por todas partes, le di diez besos en todo el rostro, pero en especial en su frente, ya me había dado cuenta de que eso le encantaba. Me dirigí a su cuello y sabía que ella se molestaría, pero en ese preciso instante no podía importarme menos, comencé a succionar y Mor en vez de tratar de librarse entrelazó sus manos en mi cabello e inclinó la cabeza para darme un mayor acceso.

La ayudé a quitarse su sujetador y me dirigí directamente a sus pechos, escuché sus gemidos y aproveché para meterme entre sus piernas, comencé a mover mis caderas, el contacto fue directo.

—Pedri...

Mi piel se erizaba cada vez que mi nombre salía de sus labios. Me sentía...

Me sentía el hombre más afortunado del mundo.

Me detuve antes de entrar en ella, solo porque necesitaba decírselo, yo iba a explotar, pero necesitaba que ella lo supiera.

—Perdóname por decirte que no te creía—susurré mientras le hacía caricias en su pierna—. Perdóname por dejarte ir.

Mor me miró a los ojos y llevó una mano a mi mejilla, sus caricias eran extremadamente delicadas, tanto, que necesitaba cerrar los ojos para sentirlas mejor. No sabía si eso tenía algún tipo de sentido, pero así era.

Me introduje con lentitud, sin condón, porque ambos lo habíamos decidido.

—Perdóname por haberte mentido—susurró con la respiración entrecortada porque ya había comenzado a moverme.

—No más mentiras, Mor—dije cuando sus uñas se clavaron en mi espalda—. Nunca más.

—Te prometo... —soltó un gemido y yo no pude evitar gruñir—. Te prometo que no más mentiras.

IT'S JUST A MISTAKEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora