Basement

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Lo vi ponerse un antifaz cubre ojos negro y se acercó un poco más, quedando su cuerpo a escasos centímetros del mí.

Me quede inmóvil aproximadamente una hora y levante la cabeza levemente, buscando algún cuchillo con el cual defenderme. Debía tener alguno en la habitación.

O tal vez un arma, seria mucha mejor opción.

Comencé a arrastrarme lentamente hacia la orilla, intentando evitar hacer ruido alguno.

Contuve la respiración cuando él se movió y paso de estar boca arriba a estar de lado, y no dándome la espalda.

Juraría que debajo del antifaz sus ojos estaban observándome, atentos a cualquier movimiento.

Me quede quieta un par de minutos más, y cuando creí estaba dormido intente levantarme, pero el que la cama hiciera tanto ruido no ayudaba mucho.

No sabía si inconsciente o conscientemente, pero su cuerpo se acercó más a mí, haciendo que su pecho desnudo tocara mi hombro.

Mordí mis labios, esperando el golpe. Ahora si sabía que él estaba despierto, solo que fingía dormir.

Cerré los ojos y respiré profundo, con el despierto no tenía a donde ir.

Gire la cabeza lentamente para mirarlo y con su mano derecha levantaba su antifaz, observándome directamente a los ojos.

- ¿Ya te vas? – Pregunto con voz grave, pasando su lengua por sus labios, humedeciéndolos.

Me quede en silencio, observándolo con terror. Algunos mechones de cabello le caían en la cara, mientras sus ojos parecían brillar en la oscuridad.

- Te hice una pregunta.

Dijo altamente y me tomo bruscamente por el cuello, hundiéndome más en la cama.

- N-no, no me iba, solo me-me estaba acomodando- Jadee, intentando respirar entre su agarre.

- ¿De verdad? Parecía que hacías otra cosa.

Apretó más cortando el poco aire que tenía y sentí como mi vista se nublaba, mientras intentaba apartar su mano y luchaba por respirar.

- Eres una mala chica... Mereces un castigo.

Se sentó y posiciono su cuerpo sobre el mío, con su otra mano restante acaricio mi cabello mientras aún tenía su mano derecha en mi cuello, sin aflojar ni un poco la fuerza.

De repente soltó mi cuello y sentí como el aire volvía a mí de nuevo, respirando otra vez.

Comencé a toser y toqué mi cuello suavemente, sintiendo aun sus dedos sobre el.

Inclinado sobre mí y con sus piernas a los costados de las mías, presionándolas, sin contar que mis manos estaban atadas, estaba completamente a su merced, sabía que cualquier golpe que le diera daría lo mismo, apenas lo sentiría.

Sentía un temor inexplicable al mirarlo a los ojos, así como temía sus golpes, sus gritos, sus jalones de cabello y su voz.

Sus ojos tenían un brillo desquiciado, enfermo, rozando lo asqueroso.

Pero eso no quitaba que fueran hermosos.

Hermosos o no, estaba dispuesta a arrancarle los ojos en la primera oportunidad que tuviera. Para guardarlos en mis bolsillos.

Realmente no sabía si mamá me buscaba o si papá me extrañaba, eran tan en su mundo que apartaban el mío, apenas si les interesaba.

Pero cada que miraba al hombre frente a mí a los ojos, deseaba rezarle al dios imaginario de mamá, por el cual iba a rezar cada domingo.

Poco más que el Síndrome de Lima.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora