Good girl

19 4 0
                                    


- Lo estoy. Gracias.

Aprete las sábanas, sintiendo como mi rabia crecía y me consumía.

Si hablaba o decía algo que lo hiciera enfadar, probablemente se desquitaría con ellas. Algo que prefería evitar.

- Les daré su paga luego. Ahora, al sótano.

Del bolsillo de su sudadera saco un arma, el cual de inmediato quito el seguro.

Asustadas, me miraron y luego rápidamente salieron de la habitación, mientras soltaban pequeños chillidos de terror, mirando el arma.

Las siguió, cerrando la habitación de nuevo, quedando completamente sola esta vez.

Mire la ventana e intente estirarme para tocar los barrotes que aseguraban esta, pero me dolía el cuerpo y no pude conseguirlo.

Volví a sentarme lentamente, percatándome del olor el cual apenas notaba, olía dulce por alguna razón.

Escuche un pequeño murmullo y gire a mi derecha, donde estaba la ventana. Me quede observando un par de segundos un par de árboles en la lejanía y escuchando el sonido de sus pisadas en el suelo, el viejo piso de madera ayudaba a ubicarlo rápidamente.

Entro en la habitación de nuevo y esta vez no tenía el arma, tampoco parecía tenerla en el bolsillo de su sudadera. No me miro, parecía distraído.

- No deberías tratarlas así, no hicieron nada malo.

Dije, hablando con la voz un poco temblorosa, por el miedo.

- ¿Que? No les dispare, deberían agradecerme por ello.

Sonrió descaradamente, mientras pasaba la lengua por sus labios, haciendo que su expresión fuera aún más asquerosa.

- ¿Deberían haberte dado las gracias? No tenías por qué apuntarles en primer lugar.

Esta vez lo mire directo a los ojos, y estos brillaron, con desprecio.

Se acerco lentamente a mí y por alguna razón ahora se veía incluso más grande que antes, dando la sensación de que con un solo golpe podría acabar conmigo.

Con esa expresión y midiendo casi dos metros, ahora si parecía un monstruo. Me arrepentí de inmediato de lo dicho, pero sentía la necesidad de gritarlo a la cara.

- ¿Hay algo que te moleste? Porque si es así, sabes cómo podemos resolverlo.

Acerco su mano a mi e intente apartarme, pensando que me golpearía. Pero en su lugar me tomo por las mejillas fuertemente, para que lo mirara fijamente y me atreviera a desafiarlo.

Las mejillas enseguida comenzaron a dolerme debido a la presión contra los dientes. Pero no hice expresión alguna de dolor y en lugar de ello lo miré a los ojos, dándome cuenta de que tenía sus pupilas dilatadas.

Enseguida me soltó y empujo mi cara hacia un costado, alejándose de nuevo.

Se apoyo en el marco de la puerta y se quedó un par de minutos allí, limpiando sus dientes con un palillo mientras miraba por la ventana.

Era incomodo siquiera mirarlo, sin mencionar el rencor que le tenía. Era como un arma de doble filo, aquel rencor podía ser peligroso para mí.

Después de que se cansó de estar de pie, se sentó en el borde de la cama, cerca de mis pies, los cuales aparte rápidamente, dejando más distancia entre nosotros.

Se quedo en silencio y de su bolsillo saco una navaja, con la cual comenzó a contornear sus dedos, uno a uno, sin afán.

Deje descansar mis manos sobre mi abdomen, el cual era abrigado por las sábanas. Suspiré y volví a mirar por la ventana, pensativa.

Poco más que el Síndrome de Lima.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora