Crying child

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- ¿Pero que van a hacerles?

Se alejo y comenzó a buscar dentro de los cajones de la habitación, parecía no encontrar lo que fuera que estaba buscando.

- No lo sé y no me interesa. Tal vez las deje como sus esclavas, las convierta en prostitutas o vendan sus órganos, ¿Quién sabe?

Saco un bolígrafo y lo guardo en el bolsillo de su sudadera, con prisa.

Me miro por un leve momento y luego se apresuró hacia el armario, sacando de allí una pequeña caja azul, guardándolo también en su bolsillo.

- Lo dices tan tranquilo, como si sus vidas no valieran nada... ¿Como eres capaz de ser tan... Asqueroso?

Me miro con los ojos desorbitados, como si acabara de despertar. No parecía enfadado, más bien sorprendido.

- ¿Asqueroso? ¿Yo? Si te atreves a decirme asqueroso a mí, ¿Que insultos le dirías a ellos? Si piensas que soy malo deberías conocerlos, son mucho peores que yo. A veces incluso llegan a darme miedo.

Me arrodille en el piso, tal como me exigió. Ya me había acostumbrado al frio que hacía en la habitación, pues no llevaba ni una sola prenda encima desde hacía tiempo. Me abracé a mí misma, enterrando las uñas en mis brazos y mordí mi labio, intentando controlarme.

- ¿Por qué no me llevas al sótano? Tal vez me escojan y desaparezca, ¿No sería mejor?

Pregunte, mirando la alfombra de la habitación, llena de manchas de sangre secas.

- ¿Por qué? Porque quiero que te quedes aquí. Eres mi chica favorita, ¿Acaso quieres irte de mi lado?

Rodeo mi cuello con sus manos y se inclinó, para que su rostro quedara a escasos centímetros del mío.

- ¡Cualquier lugar, hasta el mismísimo infierno es mejor que estar aquí contigo!

Grite, mirándolo a los ojos, sintiendo como comenzaba a apretar, pero no demasiado.

- ¿Estas segura? Créeme, no querrás pasar un solo día con ellos. Hoy estoy de muy buen humor, las chicas me harán ganar mucho dinero. Por favor, no dañes mi humor, ¿Quieres, muñeca?

- Solo... Mátame ahora mismo. Ganaras mucho dinero por mis órganos, me arrodillo para que me ahorques hasta morirme.

Aun de rodillas, comencé a arrastrar mi cuerpo hacia él, para estar más cerca. Con mis manos, aprete su sudadera y tire de él, pidiéndole que me asesinara.

- ¿Que más razón necesitas para matarme? ¿Qué me lance sobre ti e intente arrancarte los ojos?

Soltó mi cuello y con una de sus manos comenzó a enredar sus dedos en mi cabello, mientras con la otra, saco un gran cuchillo del bolsillo de su sudadera.

- Oh mi dulce ____... No tientes tu suerte, si juegas con fuego te puedes quemar... Siento que será una buena noche, no me hagas pensar lo contrario.

Sonrió levemente, pero de alguna manera aquella sonrisa me resultaba aterradora y atractiva al tiempo. Odiaba pensar que su retorcida sonrisa me parecía atractiva, era algo tan repulsivo, me hacía odiarme a mí misma.

Rozo el filo del cuchillo en mi cuello, encima del grillete y aprete más su sudadera, esperando lo que pasaría después.

Acerco más su rostro al mío y me agarro por el cabello, tirando mi cabeza hacia atrás.

Sentí el filo del cuchillo hundirse en mi cuello y como comenzaba a desgarrarse, una a una, capa por capa.

El ardor era indescriptible, simplemente insoportable. Pero esta vez estaba dispuesta a dejarme degollar, hasta desangrarme y caer helada al piso.

Poco más que el Síndrome de Lima.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora