Según la leyenda, uno de ellos pertenecía al dios Marte y había caído del cielo sobre el rey Numa Pompilio durante una peste que devastaba Italia. Al mismo tiempo, se oyó una voz que declaraba que Roma debía ser señora del mundo mientras se conservara el escudo. El ancile resultó ser así el paladio de Roma. Numa, por consejo de la ninfa Egeria, encargó otros once escudos, perfectamente idénticos al primero. Esto se hizo para que si alguien intentaba robarlos, como hizo Odiseo con el paladio, no fuera capaz de distinguir el verdadero ancila de los falsos. El artesano Veterio Mamurio desempeñó con tal habilidad su trabajo que Numa mismo no supo distinguir el verdadero.
A propósito de él, se refería por el rey una maravillosa historia que había conocido de Egeria y de las Musas: que el arma venía en socorro de la ciudad y que debía custodiarse mediante la fabricación de otros once similares en hechura, tamaño y forma a aquél, para que le fuera imposible al ladrón, a causa de la semejanza, encontrar el llovido del cielo"
Y cada solsticio de invierno, el campamento de Jupiter, tenía la costumbre de levantar a doce guerreros, capaces y valientes, lo suficiente como para enfrentarse al mismísimo Marte en combate y resistir al menos una ronda de golpizas de su parte.
Según habíamos entendido, nueve habían sido elegidos y faltaban tres por ser escogidos, aún Desa no había escogido, puesto que era ella la directora del campamento, puesta por la misma Lupa, según nos contaba Frank, después del golpe de saber que era nuestro medio hermano, romano. Sí, otro más y aún había otro el cuál no había tenido la fortuna de conocer de parte del campamento mestizo.
Aún no me acostumbraba a la idea de que papá hubiera tenido otro hijo, me había conformado con Percy, pero ahora Frank, era otro problema en la ecuación, no sabía cómo tratarlo.
Desde el principio parecía fastidioso, pero ahora resultaba que era mi medio hermano.
Casi parecía que todo era una mala broma, hasta que Desa, la directora del campamento, decidió que era necesario una ronda de enfrentamientos para saber quienes serían los últimos en ser nombrados portadores de los últimos escudos.
¡Ah! Y ahí estaba la cuestión patente, la razón por la que todos los campistas de toma parecían inquietos y realmente extasiados de formar parte del grupo de portadores del escudo. Resultaba ser que aquellos portadores, eran subidos de cohorte, ya que su destreza estaba por encima de sus compañeros, de esta forma, también les aseguraba un lugar alto en el campamento y un paso más cerca de ser parte de la Nueva Roma, además se decía que uno de los doce escudos era el verdadero Ancile, el escudo de Marte que había caído a la tierra y que podía proteger a su portador de cualquier mal, incluso de las enfermedades y de la muerte. Eso era interesante.
Pero no tanto como el hecho de que Desa parecía tener un interés especial en mí y no era por ser especial o por ser hija de Poseidón/Neptuno, porque si así lo fuera, a Percy también lo vería igual, pero no, solo era yo.
Desa me había llamado a la Colina de los Templos, me había invitado a que caminara con ella, para verificar los escudos y el verdadero Ancile, además de que admitió que tenía cierta inquietud conmigo, casi como si le emocionaba la idea de que estuviera ahí.
Ciertamente no podía dejar de pensar en que tenía que tener a Seísmos a la mano, por cualquier extraña situación.
La Colina de los Templos, era el lugar donde estaban construidos los grandes templos que veneraban a los dioses, dentro de cada uno y como era costumbre, se realizaban ofrendas para cada dios, había una llama fuera y dentro de cada uno, simbolizando la presencia de cada dios en su templo y por consiguiente en el campamento.
Desa aún seguía igual que anoche, pero ahora de día, podía ver mejor su cicatriz y también su piel brillante, era una mujer alta, pero bien esculpida.
Había cambiado mi vestimenta de anoche y de centurión, por una camisa morada del campamento y mi cabello lo había hecho una coleta porque se suponía que iríamos al Campo de Marte.
— Veo que tienes un espíritu fuerte, Forks, me recuerdas mucho a tu padre —
No dije nada, solo le seguí el paso— Neptuno siempre ha sido poco comunicativo y pacífico, aunque en ocasiones puede ser tosco —continuó diciendo, casi como si me interesará todo lo que estuviera hablando, sospechaba que ella pensaba que todo lo que decía sobre mi padre me interesaba, es cierto, tal vez solo lo vi una vez cerca del lago en el campamento y ahí supe que era mi padre, pero no me interesaba en lo absoluto saber algo de él ahora mismo— pienso que los hijos heredaron su carácter —pero en el camino, de entre los templos, pude ver el de mi padre, por el emblema del tridente y la llama encendida en él, hacía poco parecía que le habían rendido culto, porque tenía muchas ofrendas.
— Pero a veces los hijos también heredan las maldiciones —y nos detuvimos, frente al templo de Ares, el símbolo de Marte era un círculo con una flecha hacia la derecha. No le habían dado ofrendas y la llama estaba apagada.
Fruncí mi ceño, ¿Marte no estaba?
— Entremos —parecía que Desa obviaba el hecho de que la llama estuviera apagada.
Así que hice lo mismo que ella, tomando en cuenta que el templo parecía algo lúgubre y enigmado.
Los pasos se escuchaban como eco, aún siendo tan pequeño el lugar, pero sí afuera no habían ofrendas, por dentro era todo lo contrario, porque el suelo estaba lleno de ofrendas, de artículos, de comidas, incluso de botellas de ron que habían ofrecido y una que otra abiertas y vacías.
— El templo de Marte siempre es un desastre por dentro, pero es la esencia de Marte, es normal —asumió dando un paso por encima de una bandeja de uva.
El templo dentro estaba repleto de tantos olores y tantas cosas que parecían ser interesantes. Si el templo era como la esencia de Marte, definitivamente Marte era un dios del desorden y un amante de la acumulación.
Pero pese a todo lo que había sobre y bajo el templo, en el centro, casi como si fuera lo único valioso a la vista que había aquí dentro, estaba los escudos, casi como si fueran retratos sobre trípodes de metal o al menos eso parecía, eran redondos, creí que serían más grandes, pero eran pequeños, casi como cualquier otro escudo.
— Los escudos sagrados —mascullé a una distancia oportuna. Sin embargo, Desa también habló.
— anda, Persea, toma uno —alentó casi como si esperara que fueran mágicos. Aunque técnicamente uno de ellos sí lo era.
Lo cierto era que sus diseños parecían precisos, muy detallados y contaban una historia en secuencia circular, brillaban, aún cuando la luz no daba aquí dentro. Sin embargo, uno carecía de ese destello, oscuro y casi como si sus detalles estuvieran ocultos.
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PERSEA FORKS © - El Campamento Mestizo
FanfictionCuando Lyra Forks empieza una nueva vida como una semidiosa en el Campamento Mestizo, espera poder acostumbrarse a ello y aprender a controlar sus poderes, hace tan solo unos meses se había enterado de que era hija de Poseidón y ahora debe acostumbr...