1 |MARK Y FREDY

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|Me acostumbré a ti en una sola semana|

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|Me acostumbré a ti en una sola semana|

Un año antes.

Ajusté meticulosamente mi corbata, observándome en el espejo; su tono negro se amalgamaba con la oscuridad de mi traje completo. Coloqué con destreza el audífono en mi oreja, mientras las voces de mis compañeros resonaban, narrando cada movimiento del objetivo que nos ocupaba hoy. No se requería información adicional que demandara mi atención, solo la precisa descripción de los movimientos que ejecutaba sin salir de su refugio. El chaleco antibalas, que alguna vez resultaba incómodo, se había vuelto una segunda piel para mí al combinarlo con mi saco y abrocharlo. Hacía años que me había acostumbrado a su presencia reconfortante. Ajusté mi reloj inteligente en mi muñeca y aseguré el broche de oro donde se destacaba el escudo que simbolizaba mi identidad. Con cada detalle en su lugar, me preparé para afrontar el desafío que aguardaba fuera de la puerta.

Comandante de las fuerzas armadas.

Tomé mi arma colocándola debajo de mi saco.

5-12.— toqué el micrófono para que escucharan mi voz.

—Todo en orden, comandante, filipinita aún sigue en su recamara. 

Reí.

—Pásamelo.— Escuché distorsión cuando hablaban.— ¡Te voy a matar por haberme puesto filipinita!— Mark estaba en la otra línea, supuse que le estaba quitando el micrófono al guardia.

Volví a reír, no sé por qué no se me había ocurrido antes ese nombre clave, cada vez le pongo uno diferente y todos los odia, no entiendo su odio, a mí me parecen perfectos. Filipinita le queda. Salí de mi habitación del hotel empezando a caminar hacia el punto de encuentro.

Trabajo con el presidente desde hace varios años, desde el día en que él, junto con su esposo, se convirtieron en propietarios de varios hoteles dispersos por Estados Unidos. Inicialmente, me contrataron como un simple guardia de seguridad, sin imaginar que esa familia llegaría a convertirse en la mía. Sin embargo, llegar a este punto no fue fácil. Mis inicios como guardia de seguridad se dieron en varios centros de entretenimiento nocturno, donde mis horas de sueño eran durante la tarde y las noches las pasaba despierto. Posteriormente, trabajé en la policía, pero aunque proteger a personas era gratificante, anhelaba salvaguardar a un número aún mayor. Fue entonces cuando decidí unirme al ejército.

Durante muchos años, serví en las fuerzas armadas hasta que mi dedicación rindió frutos, y me ofrecieron la posición de guardaespaldas de dos empresarios tan destacados. Pero la historia no termina ahí; poco tiempo después, uno de esos empresarios ganó las elecciones presidenciales, y me convertí en su comandante de las fuerzas armadas.

Este cambio representó el giro perfecto para mi vida. Desde pequeño, anhelaba salvar, proteger y vivir una vida lejos de la monotonía. Siempre aspiré a algo más, y finalmente lo conseguí. Sin embargo, ciertas situaciones personales pusieron en peligro todo el esfuerzo que había dedicado desde mi juventud, llevándome hacia un abismo profundo.

En sinfonías distintasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora