39| Enfrentando el mundo

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Vivir o no vivir

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Vivir o no vivir.
Colores o no colores.
La amazona.

Si, decir palabras aleatorias no va a ayudar a pasar el tiempo.

¿En qué estaba pensando cuando me levanté temprano hoy? Solo revisé mi celular, vi la oleada de noticias, y entonces me asusté tanto que huí. Me hubiera quedado dormido y así hubiera podido seguir escuchando el suspiro de Levi.

Hago 99 cosas bien, pero si en una me equivoco, las personas olvidan esas 99 centrándose simplemente en el error.

Me equivoqué.
Esas palabras resonaban en mi cabeza con la intensidad de un eco implacable, un recordatorio constante de todas las veces que tomé decisiones erradas a lo largo de mi vida. Me he equivocado tantas veces en esta vida, como por ejemplo: cuando probé la cerveza por primera vez y me pareció la cosa más amarga del planeta; o cuando intenté aprender a manejar y terminé estrellando el carro contra un árbol. Pero nada de eso se compara al error más grande de todos: dejar a Levi en medio de un caos, cuando sé que soy el caos mismo, el problema central que arruina todo lo que toca. Es como si mi presencia fuera suficiente para transformar su vida en un infierno, cuando antes era tan perfecta, tan llena de alegría y armonía.

¿Qué hago después de equivocarme?
Me arrepiento, me consumo en la culpa y el dolor durante días, y luego trato de olvidarlo, de enterrarlo bajo el peso de mis propios errores. Pero esta vez, olvidarlo no es una opción. Es como si estuviera metiendo mi mano en una llama ardiente y la estuviera dejando ahí, sintiendo cómo cada pedazo de mi piel se quema lentamente. Es un dolor desgarrador, uno que no puedo ignorar.

Miro el techo viejo recién arreglado de la casa de mi abuelo, observando los patrones de madera que forman diseños intrincados. He estado aquí, tirado en el suelo, con los brazos y piernas estirados, analizando ese techo durante horas, como si pudiera encontrar alguna respuesta en él. ¿Por qué no me he movido de aquí?
Mi mente ha vagado por incontables pensamientos, pero solo algunos han quedado grabados con claridad:

Levi tenía razón sobre el color terracota de las paredes. Combina a la perfección con la madera y el verde de las plantas que él mismo colocó en cada rincón de la casa. Dijo que esas plantas le daban vida al lugar, que aportaban felicidad, y no puedo evitar sonreír al recordar cómo insistió en que regarlas cada mañana lo hacía sentir en paz.

El calor ha estado aumentando, y no puedo evitar pensar en Levi, trabajando sin descanso. Seguramente tiene sed. Espero que haya tomado agua.

¿Ya mejoró de su garganta? Le recordé que debía tomar su té en la mañana, y espero que lo haya hecho. No puedo evitar preocuparme por su bienestar, incluso cuando estoy aquí, atrapado en mi propio remordimiento.

Lo mucho que extraño a es abrumador. Es como si su ausencia me pesara en el alma.

Levi ha estado en todos mis pensamientos. Cada rincón de esta casa está impregnado de su presencia. Hace poco terminamos de arreglarla, y ahora parece que Levi y yo vivimos juntos aquí. Sonrío con cada recuerdo que compartimos: arreglando los muebles, pintando la sala (aunque yo hice la mayor parte de eso) ver como los nuevos muebles se incorporaban, dejar fotografías de los dos por toda la casa, verlo bailar en medio de la sala mientras sacudía los recuerdos de mi abuelo, escuchar su risa y sus palabras a la hora de hacerme sentir mejor cada vez que mi corazón decaía cuando miraba fotografías de mi abuelo. Lo mejor de todo era abrazarlo todos los días, en esta casa, besarlo las veces que quería sin ser descubiertos.

En sinfonías distintasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora