33| El descanso 2/2

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¡Alerta! Este capítulo contiene contenido sexual explicitó. 

—Tengo un poco de sed

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—Tengo un poco de sed.— escuché a Levi mientras miraba su rostro intentando plasmarlo en el lienzo.— ¿Puedes acercarte y traerme un vaso de agua?— su voz era suave.

—Tienes un vaso de agua en la mesita de al lado.— le avisé.

Él lo miró, y por alguna razón, no le gustó mi respuesta.

—¿Y si te acercas y me lo pasas? Así no arruino tu pintura...— me miró con ojos de deseo.

—Oh, no te preocupes, no lo arruinarás sí solo mueves tu brazo.

Resopló.

—Pero sería más fácil si te acercas.

—Creo que es mala idea que me acerque ahora a ti, mi corazón no ha dejado de latir rápidamente y quiero sobrevivir el día de hoy.

Suspiró, brindándome una de sus tantas caras asesinas, ¿hice algo malo? o tal vez está cansado, si, debe de ser eso.

—¿Estás cansado? —le pregunté mientras limpiaba mi pincel en el vaso de agua, mi voz temblorosa delatando los nervios que sentía.

—No mucho —respondió Levi, su tono relajado contrastando con mi ansiedad.

—¿Quieres que descansemos? —ofrecí, tratando de mantener la compostura mientras evitaba su mirada.

—¿Eso no afectará tu pintura? —preguntó, con una sonrisa juguetona.

Negué, respirando profundamente para calmar mis latidos acelerados.

—Y si lo hiciera, puedo arreglarlo. Descansemos —insistí, aunque mi voz era un poco más firme esta vez. Levi aceptó con un leve asentimiento.

Lo observé mientras estiraba su cuerpo, su postura relajada y sensual, acentuada por la luz tenue de la habitación. La sábana había caído unos centímetros, revelando más de su piel suave y dorada. Desvié la mirada rápidamente, sintiendo que mis mejillas se calentaban.

Levi, consciente del efecto que tenía en mí, sonrió traviesamente mientras ajustaba la sábana alrededor de su cintura y se levantaba, dejando caer el resto de la tela al suelo con una gracia natural. Solo tenía ojos para el suelo en ese momento, y podía ver sus pies descalzos y la sábana que debería de estar cubriendo más de su cuerpo.

—¿Quieres que te dé tu bata? —pregunté, mi voz un poco más alta de lo que pretendía. Fingía limpiar mis pinceles, aunque ya estaban lo suficientemente limpios.

—Estoy bien así —dijo, podía presentir como su sonrisa traviesa iluminando su rostro—. ¿Puedo ver?

—Em... será hasta cuando termine —respondí, tratando de mantener el control.

En sinfonías distintasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora