15| Una maldita pesadilla

7.8K 736 1.4K
                                    

Como era de esperarse, viví situaciones que ningún adolescente debería afrontar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Como era de esperarse, viví situaciones que ningún adolescente debería afrontar. Mi adolescencia fue un salto abrupto; me la salté cuando me dijeron que debía empezar a trabajar a los diez años. No fue una experiencia agradable y, como resultado, comencé a experimentar una especie de ruidos en mi cabeza.

Explicar estos ruidos es complicado; son como una voz constante que no deja de hablar y que se lleva bien con todas las demás voces en mi mente. Antes, estas voces me brindaban ánimo, pero ahora solo pronuncian palabras negativas, como si todo estuviera destinado a salir mal. A veces, me impiden dormir; organizan una especie de fiesta en mi cabeza cuando lo único que quiero es descansar. El ruido se vuelve tan ensordecedor que mi corazón y mis pulmones siguen el compás, dejándome exhausto y sumido en un constante temor.

Algunos sugieren que simplemente me relaje, pero a veces pienso que no logran comprender lo difícil que es hacerlo.

—Demian, ¿todo bien?— Olga apretó mi hombro haciendo que despertara de mis pensamientos.

Asentí mientras ponía las bolsas de la despensa sobre su mesa decorada con flores y velas. Su hogar estaba literalmente lleno de plantas en cada rincón: algunas colgaban, otras estaban en macetas, todas llenando los espacios de su casa en tonos de madera clara y blanco hueso. Yo fui quien pintó y diseñó algunas paredes; la combinación era mucho mejor después de quitar ese horrible color naranja que me molestaba la vista. Su casa no era pequeña, pero tampoco era gigantesca, simplemente lo suficiente para que alguien viviera cómodamente. Siempre le decía que su hogar era tan limpio y acogedor en comparación con el mío.

—Si, es que... no lo sé, debe ser el día o algo así. Hoy dan los resultados de mi abuelo, ya irían dos semanas desde que inició su quimio, y debemos supervisar como lo está aceptando su cuerpo.

—¡Pero si eso es bueno! Quiere decir que hay algo que informar, ¿no es así?

—Si, pero... también quiere decir que puede haber malas noticias.

—Oh, cariño, seguramente su cuerpo está mejorando, la otra vez que lo visité, habló por una hora entera contando sus historias de joven, y adivina, no tosió ni una sola vez.

Sonreí.

—Contar sus historias lo motiva.

—Todo saldrá bien, tranquilo.

Asentí mientras respiraba profundamente y miraba a mi alrededor.

—Entonces, ¿ya puedo irme?

A veces, Olga me pedía que la ayudara con las compras para su despensa. Las bolsas solían ser cargadas y pesadas. Fingía que odiaba esto, pero en realidad, ayudarla y pasar tiempo con ella en su casa me alegraba. Solíamos hacer cosas como intentar cocinar juntos, comer, ver películas; incluso un día tuvimos una competencia para ver quién lavaba más platos. Creo que ese día logró engañarme para que yo lavara más. Pero no perdí.

En sinfonías distintasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora