35| La vida es un ratito

6.8K 574 563
                                    

Esa semana fue como cualquier otra: universidad, trabajo, tiempo con Levi, con mi abuelo y risas con mis amigos y familia

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Esa semana fue como cualquier otra: universidad, trabajo, tiempo con Levi, con mi abuelo y risas con mis amigos y familia. Hubo estrés, no solo porque los exámenes estaban cerca, sino también porque se aproximaba la visita a mi padre. Mi abuelo y yo platicamos mucho esos días sobre mi padre y las conversaciones que debía tener con él. Sabía que no tendría el tiempo suficiente para hablar de toda mi vida desde el momento en que se fue, así que lo pensé durante muchos días los temas esenciales que podría sacar. Fue una semana no ocupada, pero sí entretenida, con muchas cosas que llegaron al mismo tiempo y que tenía que superar, como siempre.

Levi me había contado que Félix tenía sentimientos por él. Al principio, me sentí confundido y enojado porque no entendía las razones por las cuales Félix se comportaba como un idiota. ¿Por qué, si te gusta alguien, no eres capaz de demostrárselo de manera más gentil? De todas formas, no me importaba, Levi y yo estábamos juntos ahora y solo quería que lo de Félix desapareciera para no tener que pensar en eso nunca más. Agradecí bastante cuando me enteré de que se había mudado a Canadá de nuevo.La despedida fue un alivio. Levi reía de mi comportamiento celoso, y aunque yo fingía molestia, en realidad, me alegraba saber que él lo veía como algo tierno.

Levi había sido mi refugio en medio de todo eso. Su sonrisa, su apoyo incondicional, y su manera de entenderme sin palabras me daban fuerzas. Sin embargo, cuando mencionó los sentimientos de Félix, sentí una punzada de inseguridad.  Mi enfado se mezclaba con el miedo de perder a Levi, y aunque intentaba esconderlo, él lo notaba.

Olga y Been, por otro lado, tenían sus propios miedos y preocupaciones. Sabían lo difícil que había sido mi vida familiar y, aunque finalmente me apoyaron, sentía su desaprobación silenciosa. Querían protegerme, evitar que volviera a sufrir, pero necesitaba enfrentar a mi padre, cerrar ese capítulo doloroso de mi vida. O dejarlo abierto, no lo sé, dependía de mi padre en ese momento.

Mientras recordaba esos días, la mezcla de emociones que me invadía era abrumadora. La visita a mi padre, las conversaciones pendientes, el peso de los exámenes, y el asunto con Félix, todo se entrelazaba en una red compleja de sentimientos.  Mi abuelo siempre había sido un pilar de apoyo, pero enfrentarme a mi padre después de tanto tiempo era algo que no podía preparar completamente. La ansiedad y la esperanza se mezclaban en un torbellino que me mantenía despierto por las noches.

¿Y si tampoco me quiere? ¿Y si se ha convertido igual a mamá? Tal vez la carcel lo cambió. Miles de pensamientos aparecían en la noche para no dejarme dormir tranquilo. Fue tan desesperante cada maldito día de esa semana. La defino como la peor semana de mi vida. La odio tanto, que estoy seguro que cada día, de cada año, que aparezca, sufriré todas esas malditas horas hasta que acabe e inicie un nuevo mes. 

Todo se juntó tan de repente.

¿Recuerdan como dije que uno no puede ser feliz todo el tiempo porque de un momento a otro, la felicidad desaparece para dejarte un vacío después? Bueno, más o menos fue el sentimiento de esa semana.

En sinfonías distintasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora