40| Pizza en la Casa Blanca

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Volví a repetir el video una vez más

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Volví a repetir el video una vez más. Esta vez, me prometí a mí mismo que sería la última. De verdad, lo juro. Solo necesito escuchar este minuto preciso una vez más antes de dormir, es como si no pudiera cerrar los ojos en paz hasta tenerlo bien grabado en mi mente. Espero que esta noche sueñe con este instante perfecto.

En el video, la voz suave de Demian resonaba en la habitación, envolviéndome como un abrazo cálido.

Nunca me cansaré de agradecerte por llegar a mi vida,— decía, su tono lleno de sinceridad, —hasta hiciste que ame las canciones de amor. Todas esas canciones empezaron a tratar de ti, las pinturas, las fotografías, incluso mis latidos se alteraron por ti. Eres un rayo de sol en un día nublado, haciendo que mi mundo sea mil veces más brillante. ¡Y tu sonrisa! Maldita sea... tu sonrisa está en un puesto alto de mis cosas favoritas sobre ti.

Cerré los ojos, saboreando cada palabra, como si pudiera absorberlas directamente en mi corazón. Y luego, sin poder evitarlo, murmuré para mí mismo: De acuerdo, solo una vez más. Mis dedos ya se habían movido antes de terminar la frase, tocando la pantalla para repetir el video. Prometo que esta vez sí será la última, me convencí, aunque sabía que probablemente no lo sería.

La parte donde Demian menciona mi sonrisa es la que más me afectaba. ¿De verdad le gustaba tanto? Debería sonreír más seguido, pensé. Aunque, si lo pensaba bien, siempre estaba sonriendo cuando estaba con él. De todas formas, me dije a mí mismo que lo haría aún más. Quizás debería enmarcar este video de alguna manera, pedirlo como regalo de cumpleaños, tenerlo siempre reproduciéndose en mi habitación. No sé cuántas veces más podría escucharlo, pero cada vez me hacía sentir más conectado con él. Era como si quisiera que este momento no se terminara nunca.

Recostado en el respaldo de mi cama, sostuve el celular entre mis manos, la pantalla en modo horizontal iluminando mi rostro. La tenue luz que entraba por la ventana apenas era suficiente para romper la oscuridad de la habitación, pero el brillo del celular se encargaba de mantenerme atrapado en este pequeño mundo. Ya había perdido la cuenta de cuántas veces había visto este video desde que terminamos de cenar y nos despedimos de mis padres.

—Bueno,— murmuré, —dos veces más y ya. Lo prometo. Sonreí para mí mismo, sabiendo que probablemente rompería esa promesa, pero no me importaba.

Miré hacia el otro lado de la habitación, donde Botas estaba profundamente dormido en su cama improvisada cerca del escritorio. Su respiración era suave y rítmica, su pequeño cuerpo apenas visible en la penumbra. Seguramente él también estaría de acuerdo conmigo, pensé, aunque en realidad, Botas llevaba un rato dormido.

Volví la vista al celular, y mis dedos se movieron una vez más, listos para darle play, pero me interrumpieron en el momento.

—Levi, que lo repitas es vergonzoso. —La voz de Demian rompió el silencio de la habitación mientras entraba, luchando torpemente con el nudo de su corbata.

En sinfonías distintasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora