6. Letras pequeñas

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Letras pequeñas.

Me acuesto a dormir una vez más pensando en la abismal idea de que estás conmigo, que hablamos todo el día y que mañana, nos veremos; que hablaremos de música, de arte, de libros y de historia tumbados en cualquier lugar que no importe, rodeados de gente que no importe y que se nos olvide la hora, que se nos olvide incluso que ese último cigarrillo se va a acabar y que las cenizas le contarán al viento que hemos hecho el amor en tu retina.

Que me arreglo dos horas antes, que salgo de mi casa y me monto en un bus cualquiera que me deje sumergirme lo suficiente en los audífonos como para no dormirme, te digo que estoy afuera, me abres la puerta y tú gato me saluda antes que tú; ruido de barrio y música de fondo, fotografías en la pared que aún no hemos tomado, una libreta con un poema que no hemos escrito.

Me voy pensando que puedo voltearme a media noche y abrazarte, que puedo encontrar tu cuerpo en el espacio vacío de la cama y dormirme tranquila en tu pecho, que puedo despertarte para que me acompañes de madrugada al baño porque me da miedo; que te escribo algo, me recitas algo.

Que creamos teorías conspirativas y creamos la trama de una película que nos gustaría haber hecho; reinas y diamantes, castillos y dragones, bosques encantados y una ciudad en ruinas abandonada.

Me acuesto y me acuerdo, me acuerdo de que por un momento, contigo se disiparon los miedos, se fueron los traumas, se fueron las taquicardias en la calle, se fueron las vistas borrosas en las aglomeraciones; se acabaron esas noches en sala de emergencia.

Me acuesto a dormir y pienso en lo lindo que sería si me dijeras que si, si te escribiera hoy y te dijera que me gustas, en lo mucho que me gustaría que me dijeras que yo también... Que yo también te gusto, sin tapujos, sin rueditas de prueba.

En lo plena que me haría sentir tener algo real y genuino contigo, el buen romance que nunca tuve y los besos de café que jamás me dieron.

Sin miedo a perder, sin miedo de que alguno la cague y nos terminemos haciendo daño; porque al final, los dos sabemos querer pero tal vez, solo tal vez, seguiremos siendo cobardes hasta que alguno de los dos esté seguro.

Todo fuera más fácil si tus intenciones no estuvieran escritas en letras pequeñas.

Desde el agua salada. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora