8. Bruja.

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Bruja.

Era una bruja muy cara, no era de esas que molestaban a las personas en la época primitiva hasta que las espantaban por la fuerza, no era de las que reían fuerte en la madrugada y te hacían sangrar los oídos con sus estruendosas voces chillonas, no se parecía en nada a las leyendas arcaicas y los cuentos de camino. Sin duda alguna, no se parecía en nada a las brujas que te venden en la televisión y los libros de terror.

No era la personificación de un cuervo negro poseído por un espíritu maligno, ni siquiera aparentaba ser una entidad capaz de arrebatarte el alma con un suspiro, no era una bruja molesta de las que aparecían en tu habitación sin avisar, ella era una dama, siempre pedía permiso antes de entrar.

Era una bruja danzante que brincaba a pies descalzos sobre el pasto verde, era una bruja de la luna que no se escondía del sol, de las que te miran a los ojos y se adentran en tu interior; de las que te leen en alma con una penetrante mirada y cuando se acuestan a dormir en tu pecho te desequilibran la respiración, de las que te besan y te arrebatan el aliento, de las que te lanzan una mirada y se te van los tiempos.

Era una bruja hermosa, con una mirada delirante que en sus ojos almacenaba un museo de obras de arte; ella estaba enamorada y no era sino de si misma, le apasionaba la madrugada y salía a caminar sola, tenía la piel pálida, su cabello era color ceniza y volaba sin una escoba.

Tenía una belleza antinatural, si te atrapaba su cintura capaz y nunca quisieras escapar.

Desde el agua salada. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora