• La visita •

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El sol se alza en el horizonte extendiendo sus rayos sobre las calles y edificaciones en una nueva mañana en la ciudad, aunque el día de hoy, con una temperatura menor que los días anteriores.
Diana se encuentra ultimando detalles en su indumentaria, aún faltaban cuarenta y cinco minutos para su primera clase, sin embargo, en breve iniciaría su viaje debido a la larga espera del colectivo.

Ella vive en una zona alejada de la parte céntrica de la ciudad, su sector es altamente peligroso, recientemente dos familias vecinas cercanas a su residencia fueron asaltadas por delincuentes aún no identificados.

La vivienda es bastante precaria, constituida en su exterior de mampostería de ladrillos comunes, sin una capa de revoque ni pintura, en el interior se observan los pisos de concreto con innumerables grietas y baches, y en la parte superior, unas cubiertas de chapa antiguas y oxidadas.

De repente, escucha el sonido de unos golpes producidos por el impacto entre dos manos, es extraño, piensa que es demasiado temprano para que alguien quiera hablar con ella o su madre.
Paulatinamente, con una cierta sutileza camina hasta una de las aberturas delanteras de su casa, sin mucho movimiento desplaza una cierta distancia la cortina para observar quién es, quedando boquiabierta tras ver a su compañero de clases observando la fachada de su vivienda.

-¿Qué haces aquí?- Pregunta atónita cerrando rápidamente la puerta luego de salir.

-Buenos días, ¿cómo estás Angelo? ¿cómo amaneciste? Yo estoy bien, gracias por preguntar-responde él en tono de burla ante la actitud de Diana.

-Lo siento. Pero es que no comprendo que estás haciendo en mi casa, ni siquiera como conseguiste mi dirección.

-Soy el hijo del gobernador de la provincia de Buenos Aires, no fue complicado. Sin embargo, no vine aquí para eso.

-¿Entonces?-interrumpe ella confundida.

-Tengo el collar, pero no puedo entregartelo en la escuela, es arriesgado. Y al juzgar por la zona en la que vives, tampoco puedo dejarlo aquí, a menos que tengas una caja fuerte-afirma él un poco inocente.

-No existe otro lugar en donde lo podemos reservar-asegura ella, un poco incómoda cerrando nuevamente la puerta que segundos antes volvió a abrirse.

-A las 7 a.m. abre una joyería prestigiosa por la Avenida Libertador, ellos compran accesorios de oro, si nos apresuramos podremos saber el valor que están dispuestos a pagar, pero como es una bastante suma de dinero, necesito una cuenta bancaria para que resguardes toda esa plata.

—No la tengo.

—¿Tus padres? Deben tenerla.

—No, ninguno de nosotros disponemos de una cuenta de Banco— reafirma con menos paciencia que antes.

—Entonces...si estás de acuerdo puedo almacenar el dinero en mi cuenta, y a medida que lo necesites, te entrego la suma en efectivo— asegura él dándole vueltas al asunto para hallar una solución.

—De todas formas es el dinero tuyo. Como vos quieras.

—Es una sugerencia, yo te lo recomiendo, vos sabrás que hacer—responde él encogiendo los hombros haciendo referencia de que ella es la que tiene la última palabra.

—¿Crees que nos dará el tiempo para ir a la joyería antes de nuestra primera clase?—pregunta Diana un poco preocupada...aunque si bien no quiere ausentarse en la escuela, quería que él lo acompañe para realizar la transacción por su nula experiencia en aquello.

—Si nos damos prisa sí, el chófer de mi familia está afuera. Es mayor de edad, y lo convencí para que nos acompañe.

De esa manera, Diana aceptando su plan, ingresa por sus cosas para ir en busca del trato que haría que sus problemas económicos desaparezcan, por lo menos por un tiempo.

La política del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora