• Los amantes •

75 27 14
                                    


Al mediodía, el sol se encuentra en la cúspide más alta del cielo, irradiando con gran intensidad cada rincón de la ciudad.
El bullicio de la población lo envuelve  mientras es trasladado por las concurridas calles a través de su transporte con destino a su hogar luego de un arduo día de estudio.

Finalmente, al llegar, cruza el umbral de la puerta de su casa, Angelo deja caer su mochila con un suspiro de alivio. El aroma reconfortante de la comida casera llama su atención e inevitablemente se dirige al baño para higienizar sus manos, pudiendo asistir así a su deseado almuerzo.

De forma ansiosa introduce a su boca los alimentos de su plato, anhelaba culminar para poder subir a su cuarto, y descansar unos minutos para luego poder retomar la rutina cargado de obligaciones juveniles y escolares.

Ante sus intenciones, debe levantarse de la mesa con agilidad, pero no para acceder a la lujosa escalera de madera que conecta al segundo piso, sino más bien, para recibir a unos escandalosos y molestos invitados, que insisten en verlo, obligando a los empleados de la mansión, a que Angelo los atienda.

Agustín y sus amigos del San Bernardo, están en el exterior dentro de un vehículo, molestos con él por retirar de su sede juegos de mesa y artículos del Centro de Estudiantes que fueron donados por su familia.

Frente a ese pronóstico, decide enfrentar el problema, dejando de esconderse en el interior de su vivienda o detrás de los bloqueos digitales, atravesando la puerta principal para recibirlos.

—No sabía que ahora son piqueteros— los provoca posicionándose en la escalinata de su porche.

—Vinimos aquí para decirte que estamos en contra de que nos quites elementos de nuestras organizaciones. Aunque tus padres lo hayan pagado, es de todos—alza la voz Mateo, el tesorero de su antigua agrupación estudiantil.

—Que pena, igual no se los devolveré—expresa con una sonrisa malintencionada cruzando sus brazos.

—¡Sabes que esto está mal!—grita Gonzalo, molesto por su respuesta.

—Eso no es lo que corresponde, toda tu vida anhelabas ser el político correcto y perfecto, actúa como tal —menciona Mirko, dejando sorprendidos a los demás chicos, incluido a Agustín que no dice absolutamente nada.

—Ya díganme a que vinieron, dudo que a pedir limosnas rogando que les entregue esas cosas. Todos sabemos que sus familias pueden comprarlas fácilmente.

Tras ese comentario, durante segundos, ellos lo miran reflejando una profunda molestia, hasta que el silencio se interrumpe con una respuesta:

—Vinimos por las cosas que nos corresponde— se excusa Mateo que no está de acuerdo con sus decisiones radicales, tomadas en función de sus problemas personales.

—¿Quieres saber el verdadero motivo?
Estamos aquí para ver tu reacción al verme nuevamente— se sincera Agustín involucrándose en la conversación, emitiendo sus primeras palabras.

Angelo, sin disimular una risa sarcástica, responde segundos después:

—¿Quieres volver a tu casa nuevamente con sangre?

—En el evento me tomaste desprevenido. De todos modos, si regreso dañado, a mí Juliana sí me esperará en la cama para curarme— es el comentario provocativo con mala intención para molestarlo.

Angelo, tratando de mantener la compostura para nuevamente no perder el control, responde tratando de verse superficialmente de forma inmutable:

—¿Dónde está la cámara? Seguro me grabarán para subir un video mío con el fin de arruinar mi reputación—especula confiado por creer haberse adelantado.

—No sos el ombligo del mundo.

—Sin embargo están aquí, fuera de mi casa, con una tonta excusa para ver como reacciono a sus provocaciones. Como se nota que aún siguen en la inmadurez sin responsabilizarse por el futuro —expresa él tratando de manipularlos.

Agustín se ve molesto ante el comentario, siempre se sintió inferior a él por los dichos de personas cercanas a su círculo social. Ahora ver la actitud arrogante de su examigo, alardeando sobre su tiempo invertido en compromisos, lo conducen a aumentar su odio contra él.
Frente a sus actitudes, posee una información que puede desequilibrar a Angelo, y con el fin de bajarlo de su nube, lo haría sin remordimiento alguno.

—Tienes razón, debemos hacer valer el viaje hasta aquí revelándote un dato perturbador. Siempre te gustó ser el centro de atención en este tipo de dramas.

—Sé más específico, yo sí tengo cosas que hacer, no como otros—ataca expectante con sus últimas palabras.

—Ay hermanito, siempre tan humilde, suenas igual a tu papá, que por cierto, se está comiendo a mi madre.

—¡¿Qué dices?!— grita acercándose al automóvil convirtiendo su rostro en una expresión extrema de furia —. Eso solo lo dices para molestarme.

—¿No me crees? ¡Qué ingenuo! En una de las giras con los pibes, mientras conducía el BMW (porque a mí no me prohíben hacerlo con la excusa de que, al ser menor de edad, una multa arruinaría mi prestigio), los vimos saliendo de una de las cabañas de mi madre.

—¡Eso es mentira!

—Ellos están de testigos, y si no me crees, es porque sos un boludo.

Angelo no quiere volver a cometer una locura debido a su impulsividad, por eso disimuladamente, respira sin emitir contestación alguna.

—Que irónica es la vida ¿no? Yo rompí tu relación con Juliana, y tu papá la de mis padres.

—No le creeré a un tipo que dice ser mi amigo, mientras se escondía detrás de las sábanas junto a mi ex, apuñalándome por la espalda.

—No me sorprende, siempre fuiste el boludo de nuestro grupo de amigos— afirma Agustín generando risas por parte de los demás chicos.

—No haré otro escándalo como el de la otra vez, yo sí tengo clase. ¡Mejor váyanse! —ordena mientras regresa al interior de su casa.

En ese instante, sumergido en una montaña rusa de emociones y sentimientos inefables, ingresa a su cuarto en busca de su teléfono.
Envía mensajes a sus padres, pero no tiene éxito, intenta llamarlos, sobre todo a su padre, pero su única respuesta es la voz del contestador.
Acostado en su cama, una lágrima recorre su mejilla de solo pensar en que eso pueda ser real. Agustín podría ser de todo pero ¿podría mentir en algo así?
Tras la angustia de esa supuesta revelación, envía un mensaje por WhatsApp a Diana, pero desafortunadamente tampoco contesta, dejándolo por completo en la agonía.

La política del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora