• Las reglas para el amor •

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Dos horas habían transcurrido luego de concluir ese trato, la primera joyería visitada había mencionado que el precio dispuesto a pagar era inferior a doscientos mil pesos, y aunque Diana estaba en duda sobre el acuerdo, Angelo manifestó su rotunda disconformidad considerada por él una injusticia.
Por fortuna, su segunda opción propuso un presupuesto superior a 230 mil, aceptando el acuerdo sin perder más tiempo.
Sin embargo, habían perdido su primera clase.

-¿Y ahora qué hacemos? No nos dejarán ingresar a la escuela- afirma Diana no muy contenta.

-¿Segura? Si hablamos con la directora...

-No, no funcionará, estoy segura- interrumpe ella.

-Un día sin clases no es tán malo-expresa Angelo con una sonrisa tratando de tomarlo con humor.

-Aunque no me guste la idea de ausentarme, te agradezco, gracias a vos adelantamos este tema totalmente desconocido para mí...esperemos pronto pueda pagar las deudas, no quiero terminar en la calle.

-No terminarás ahí...y sino siempre hay un lugar cerca de la casa de mi perro- comenta él entre risas rememorando el comentario que ésta hizo cuando estuvo en su vivienda.

Ella emite una carcajada tras sus palabras, dando como resultado una sonrisa permanente por un extenso intervalo de tiempo.

-¿Quieres un helado? Vos y yo tenemos una conversación pendiente-dice él tratando de dialogar sobre ese tema.

-¿Cuál?-pregunta ella un poco confundida.

-Ya sabes...las reglas de nuestro...romance-responde él un poco incómodo.

-Ah, sí, vamos por el helado, tengo una lista, pero tranquilo no es tan extensa-comenta un poco risueña.

Angelo, le dice al chófer que se quedará allí, que puede irse, y que cuando él lo necesite lo llamaría. Le debía un favor, y el trato era no comentarle a su padre que no había ido a a la escuela.
Ingresan a una heladería a un par de cuadras de su anterior ubicación geográfica, y tras solicitar unos copos de nieve, se instalan dentro en una de las mesas más bellas con vista de cristal a la calle.

-Para nuestro romance, escribí un par de normas, como una serie de políticas que debemos aceptar para llevarlo a cabo -explica mientras extrae del interior de su bolso, un papel doblado en reiteradas ocasiones.
Angelo, sin decir nada, toma la hoja, y despliega para comenzar a leer:

-Políticas a respetar:
• No besos.
• No interactuar con la familia del otro.
• No subir fotos juntos a redes sociales.
• Manos en público solo en algunas circunstancias.
• Planes juntos después de las 19 p.m.
• Mensajes de texto y llamadas solo cuando sea necesario.
• Se aceptan pequeños regalos y gestos cariñosos materiales, pero yo soy pobre, no esperes mucho.
• Nada de interacción amistosa con amigos.

-¿Qué opinas?-Pregunta Diana tras escuchar la lectura finalizada en voz alta por él.

-Tengo una duda ¿respirar se puede?

-Que gracioso, a mí me parece bien ¿con cuáles no estás de acuerdo?

-Si quieres que esto funcione, debemos hacerlo bien, lo de estar de la mano lo podemos debatir, incluso estoy de acuerdo con no relacionarnos con nuestras familias, mis padres a penas me dan atención a mí. Pero las otras son fundamentales para alardear un romance. Los besos en públicos sí, por lo menos un pico, debemos subir fotos a nuestras redes: cuando vamos al cine, cuando bailemos en el boliche, en un viaje relámpago o en un evento de caridad. Necesito que pongas más de tu parte por favor- suplica con un rostro quebrantado.

-¿Más de mi parte? Disculpa si no soy como tu tonta exnovia que es perfectamente compatible con vos. No me gusta ir a discotecas, no me gustan los sitios ruidosos, tampoco sé lo que es viajar de vacaciones fuera de Buenos Aires o gastar dinero en un centro comercial. ¡Creo que esto no funcionará! Somos muy diferentes -responde Diana, un poco frustrada.

Él, tomando su mano, en busca de su mirada y atención, con el fin de calmarla, expresa:

-Sé que lo somos, pero podemos compatibilizar, sí conociera un poco más de vos, y vos de mí, sabríamos los límites de cada uno, y poder hallar un equilibrio...solo te pido que como es un romance ficticio, modifiques algunas de tus pautas, adaptándolo también a mis necesidades.

La política del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora