• La invitación •

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A penas había culminado la primera clase del día: Psicología.
Angelo se encuentra ubicado en su butaca, con su celular en mano atraído de forma magnética por su dispositivo electrónico. Acaba de publicar un comentario a través de su cuenta de Instagram, felicitando a una amiga suya que alardeaba de su presencia en un concierto de Emilia Mernes en España.

Diana por su parte, tiene su absoluta atención puesta en su agenda, señalando con los escasos colores que posee, una serie de anotaciones relevantes en sus actividades diarias.

De repente, él desconecta su mirada de la pantalla del móvil, y la ve sola en su asiento, ya que Mariana había ido a resolver algunos compromisos correspondientes a su lista estudiantil.

En ese instante, conduce su caminata hacia la ubicación de ella, se sienta en el lugar de su amiga y con una sonrisa simpática marcando los hoyuelos de sus mejillas expresa:

—Hola.

—Ay, me asustaste, hola— responde ella volviendo a respirar normalmente.

—Si bien tengo muy presente las reglas sobre nuestro romance, pensé que si queremos que funcione, debe haber besos en público —susurra él, mirándola todo el tiempo sin desconectarse de sus ojos.

—¿Seguro? Hay parejas que no demuestran su afecto frente a la gente.

—Esos son hermanos—bromea él entre risas.

—Jaja que gracioso—se queja, pero seguida de una pausa continúa—.Bien, en alguna ocasión lo haremos, no es relevante.

—El problema es que debemos practicar el beso—comenta él con un gesto reflejando ternura para que acepte.

—¿Practicar? ¿Qué? Solo es un beso, y actuado, sin lengua.

—Así nadie lo creerá—responde enterneciendo el momento tratando de que acepte a través de una expresión facial hinchando los mofletes y entresacando los labios.

—No lo sé, no estoy segura.

—Si quieres, hoy te invito a mi casa para almorzar...y...¡lo ensayamos!— exclama él un poco nervioso tratando de tener una solución al conflicto.

—Lo siento, pero debo almorzar con mamá—asegura ella con firmeza.

—¿No tendrá problemas en que me uniera a ustedes? En el camino le diré al chófer que pase por un restaurante para poder llevar comida —sugiere un poco ilusionado por la idea.

Pero por el otro lado, para Diana esa es una pésima idea, ya que no está de acuerdo de que él, tenga contacto directo con su progenitora.

—Una de las políticas, dice que no podemos interactuar con nuestros familiares.

—Solo es un almuerzo.

—No te sentirías cómodo en mi casa, es extremadamente sencilla, algo que visualmente no estás acostumbrado—asegura dando motivos para que ese encuentro no se de.

En ese momento, por parte de los estudiantes, se escuchan quejas y gritos en contra de Miguel, que ingresa a un curso ajeno para poder iniciar una conversación con Diana.
Segundos después de ver sus intenciones, y teniendo en cuenta su personalidad, los pocos chicos dentro se olvidan de él mientras colocan su atención ahora en un juego viral de internet con papel y artículos extraños.

—Hola...Diana ¿C-Cómo estás?—saluda con bastante nerviosismo.

—Hola Miguel, me da gusto verte—responde con una expresión facial tierna, por verse de quien se trata.

—Quizás esto te tome por sorpresa...pero—se limpia las manos sudadas por su ropa —. Hace tiempo no sé de ti, y quería saber si aceptarías que te invite a la plaza hoy después de educación física. Creo que ustedes las chicas tienen más temprano que nosotros.

—Te agradezco, pero de lunes a viernes tengo un compromiso diario por la tarde que no lo puedo posponer, lo siento —expresa ella mostrando tristeza superficialmente, aunque en el fondo, no quiere aceptar su invitación.

—¿El sábado estás libre?—insiste él aún más nervioso.

—Ay, justo Angelo me había invitado al cine—detalla rotando su cuerpo para tomar su mano.

Él, con una sonrisa traviesa, un poco atónito por ese comentario ficticio, se introduce a la conversación mirándolo.

—Hola, disculpa — contesta siguiendo el juego de ella.

—No pasa nada bro. Adiós Diana, en otra ocasión será—se despide apenado con nulas intenciones de volver a invitarla.

—¿Cine eh? En mi casa tengo una sala privada —responde risueño burlándose de la mentira que su amiga había dicho.

—Fue lo primero que se me ocurrió, ya, no te burles—insiste con una mirada reflejando molestia por las burlas de su compañero.

Angelo, la mira un poco más serio, y dejando atrás ese comentario expresa:

—¿Y quién es ese tal Miguel? No escuché mucho de que hablaron, hasta que me involucraste claro, pero a simple vista veo que está interesado en vos.

Ella, manifiesta una expresión de queja a través de un suspiro, para brevemente contestarle:

—Me lo dijeron, pero no estoy interesada.

—¿Puedo preguntar por qué no le hablaste de tu trabajo? ¿Es tu compromiso vespertino no?—indaga tratando de entender aún más su personalidad.

—Porque no me gusta revelar datos de mí a extraños, ni siquiera es mi amigo, solo es un conocido.

—He notado que tienes esa actitud con varias personas.

—A penas los conozco, con Mariana no soy así, porque claramente hay mucha más confianza— aclara ella terminando la oración junto al unísono sonido del timbre para el retorno de clases.

La política del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora