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Día 1:

Después de haber puesto las compresas frías en Charles, el omega recargó su cabeza en la pierna de Carlos y lo miró haciendo un puchero.

"¿Qué pasa angel?", Carlos acarició el cabello del omega.

"Calor..."

"Sé que tienes calor, para eso son las compresas, ¿te duele algo?". El más pequeño negó y se acomodó abrazando la pierna del alfa.

"Eres enorme".

"¿Ah si?"

"Si, eres como una jirafa, tus piernas son casi de mi tamaño..."

"No exageres, tampoco son tan largas..."

"Claro que si, Carlos".

"¿Soy una jirafa?"

"Hum... pensándolo bien... no, no eres una jirafa, más bien, eres un golden retriever, pero más bonito".

"¿Crees que soy bonito?"

"Eres precioso Carlos, sobre todo tus ojos, son tan hermosos y brillantes..."

"Gracias, tu también eres muy lindo..."

"Lo sé, soy encantador".

"Claro que si Charles, lo eres".

"¿Ya no me dirás angel?", Charles cerró los ojos y comenzó a relajarse, al contrario de Carlos que se tensó ante el comentario.

"¿No te molesta?"

"No alfa bobo, te dije que me gustaba. Me hace sentir especial..."

Carlos siguió acariciando el cabello de Charles hasta que cayó dormido. "Entonces lo haré más seguido, angel".

El alfa se levantó dejando a Charles con cuidado en su nido y salió a la cocina.

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Luego de despedirse de Charles esa noche, Carlos se quedó pensando, acerca de todo lo que el omega había pasado y como aún así intentaba salir adelante.

Sabía que Charles aún ocultaba muchas cosas y sentimientos. Y cuando salían de forma tan espontánea, el alfa se sentía abrumado, no sabía cómo ayudarlo en esos momentos pero trataba de hacerlo lo mejor que podía.

Charles se estaba mostrando más honesto en su celo y a Carlos le preocupaba que terminara soltando mucha información inconcientemente y que él no fuera capaz de controlar la situación. A Carlos no le gustaba cuando las cosas se salían de control.

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Día 2:

Carlos despertó temprano, tenía muchas cosas que hacer ese día, comenzando por llevar a Elara con Checo y Max.

Checo le había dicho a Max que el segundo día del celo, siempre era el peor y no creía poder poner toda su atención en cuidar de Charles y su pequeña. Así que le pidió como favor a la joven pareja que la cuidaran por ese día.

Se duchó y arregló lo más rápido que pudo y después bajó a preparar el desayuno.

Mientras lo hacía escuchó los pasitos de su pequeña en las escaleras y pronto la tuvo a su lado asomándose en la encimera para ver que hacía su padre. Carlos sonrió al verla y le metió una fresa a la boca. La chiquilla rió y se comió la fresa para después tomar una silla y subir a ella. Desde ahí pudo ver los waffles con fruta que su padre preparaba.

CuídameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora