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Frío, hacía mucho frío, no podía moverse y no salía un solo ruido de su boca por más que intentaba gritar, sentía que estaba cayendo, y cayendo y un peso enorme le impedía levantarse. De pronto hubo ruido, mucho ruido, gritos, azotes, puertas abriéndose y cerrándose, sillas chirriando, cadenas chocando contra el suelo, sus risas macabras de fondo lo inundaban todo, sus voces roncas y ásperas diciéndole que fuera un buen omega, que se callara, que se quedara quieto o lo matarían.

Sentía las manos sobre él tocando, magullando, los cigarros quemando sobre su piel, las hebillas y el cuero de los cinturones chocando contra su piel, sentía el peso de las cadenas y las cuerdas magullando sus muñecas y tobillos.

Escuchó sus propios gritos pidiendo que pararan, su llanto desesperado y su garganta desgarrándose, podía sentir todos sus olores amargos, veía sus rostros rodearlo y las manos en su garganta cortándole el aire. Su cabeza daba vueltas, le dolía muchísimo, solo quería que todo se detuviera un momento, que se apagara el ruido y poder dejar de sentir su cuerpo para que el dolor se fuera, que su nariz ya no percibiera ningún olor y que sus ojos no fueran capaces de ver nada. Probablemente era lo más cercano que había sentido a querer morir, pero él no quería morir, él quería seguir viviendo para hacer algo de su miserable vida, solo quería dejar de sentir todo por un momento.

Pero no podía, el ruido era muy fuerte, el dolor muy punzante, los olores muy intensos y su vista estaba plenamente iluminada.

Escuchó otra voz, distinta a las demás, era suave y cálida, lo estaba llamando. Se concentró en esa sola voz, ahora pudo notar que sonaba desesperada, entrecortada, agitada, la voz estaba asustada, no, no la voz, el dueño de ésta... Alfa, su alfa estaba asustado y lo estaba llamando.

Despertó de golpe, apenas y podía tomar aire, sentía una mano sobre él y eso lo asustó, se alejó rápidamente de ella y quedó en la otra punta de la cama.

"N-no me toques", berreó con la poca voz que logró sacar.

Abrazó sus piernas y presionó su cabeza contra ellas, ya no había ruido, ni voces, ni olores amargos, no sentía el ardor de sus heridas, lo único que permanecía era el punzante dolor de cabeza que le hacía querer taladrarse la cabeza y el fuerte mareo que no lo dejaba estabilizarse. Miró sus muñecas, ambas tenías una cicatriz que las rodeaba por completo, en esa zona su piel era más clara, casi blanca, tenían una forma irregular, pasó la mirada a sus tobillos, se veían iguales. Ya no había enormes manchas oscuras cubriéndolo, no había cadenas atándolo, no había cortes ni rasguños, no había nada invadiendo su interior sin su permiso y desgarrándolo por dentro.

Solo estaba él, usando una pijama tibia, sobre una cama suave y con un suave olor que lo rodeaba, y oh claro. Su cara estaba llena de lágrimas y él apenas podía tomar algo de aire, subió su mirada.

Unos ojos cafes, brillantes y llenos de lágrimas, un rostro asustado y preocupado, con un ceño fruncido, cabello pelinegro que caía alborotado casi llegando a sus ojos.

Era un alfa, lo miró un poco más sin dejar de llorar o hipar en busca de aire. Poco a poco su cerebro fue reaccionando, alfa, un alfa bobo, su alfa bobo, Carlos.

Era su Calos que lo miraba como si se estuviera muriendo frente a él. Aunque así lo sentía. Estiró su mano hasta la mejilla del alfa y la acarició con lentitud. Carlos se acercó más y él lo permitió.

El alfa quedó frente a él y acercó su mano como si tuviera miedo de que algo fuera a romperse en cualquier momento, igualmente puso la mano en su mejilla y después hizo lo mismo con la otra. Su omega interno le gritó que se acercara, que lo necesitaba y decidió obedecerle.

Se acercó hasta que su cabeza quedó recargada en el pecho del alfa y sintió los fuertes brazos del pelinegro rodearlo protectoramente. Se permitió seguir llorando, ahora conscientemente. Lloraba porque tenía miedo, porque se sentía mal, porque aún le dolía el cuerpo y aún sentía sus oscuras presencias atormentándolo en la noche, se sentía sucio, usado y maltratado. Quería que Carlos lo protegiera y no volver a ver a aquellos monstruos nunca mas.

CuídameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora