Trente et un

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Ari, sin embargo, parecía disfrutar el desafío. Su sonrisa se amplió, como si el desafío fuera un dulce tentador. —Oh, las ofertas son mi especialidad. No pueden negar que necesitarán mi ayuda, conozco este bosque mejor que nadie. Y ustedes parecen estar lo suficientemente perdidas como para salir de aquí con vida.

—Ya nos dijiste porque te necesitamos. Pero tú, ¿Por qué nos necesitas a nosotras? — mi pregunta parecía haber desafiado la seguridad que emanaba de su ser, pero aún así no demostró ni una pizca de inquietud. Como si hubiera esperado esa pregunta toda su vida.

—Antes van a tener que...

Y justo antes de que pudiera terminar le di un golpe en la cien, su cuerpo solo cayó al suelo. Esto la dejará noqueada por lo menos una hora, el tiempo suficiente para poder atarla.

—Rápido Yoko, ayúdame a levantar su cuerpo para atarla a este árbol.

—Estabas tardándote— se acercó a mi lado para arrastrar el cuerpo junto al árbol. —Ahora voy a quedarme con la duda de que iba a decir.

—No va decirnos nada, es mejor hacerla hablar por la fuerza.

—Siento que es una excusa solo para torturarla.

—Lo es, ahora cállate si no quieres acabar atada junto a ella.

—Bien, acabemos con esto.

Terminamos de atarla al árbol, para luego comenzar a buscar entre sus bolsillos, cualquier cosa que pueda servirnos. Bah, una total desgracia, solo tenía una encendedor, una barra de chocolate abierta y una brújula. Al menos esta última puede servir.

—Busca dentro de la chaqueta, algunas tienen bolsillos ocultos. —Sugirió Yoko.

Por su puesto que iba a buscar, cualquier ventaja que ella pueda tomar para salvarse de nosotras sería revocada en este instante. Sus recursos de supervivencia ahora son míos.

Yoko y yo solo intercambiamos miradas, mientras observábamos a Ari, aún inconsciente, atada al árbol. Pronto estaría oscureciendo, comencé a examinar el área en busca de señales de peligro, mientras que Yoko se dedicó a crear una fogata para iluminarnos un poco y mantener la temperatura. Trabajamos en silencio, cada una concentrado en su tarea, pero sin dejar de vigilar a esa criatura.

—¿Que haremos cuando despierte?

—La dejaremos aquí, tenemos un recorrido que seguir.

—Merlina — dijo con irritación. — No sabemos en dónde estamos y aunque no confío en una extraña de la cual solo sabemos su nombre, creo que es la única que puede ayudarnos a salir de aquí.

—Conozco el camino de vuelta, no necesitamos a una  imitación barata de Jack Sparrow.

—No...—se llevó un dedo al labio, entrecerrando sus ojos, antes de pronunciar su magnífica idea como si no hubiese sido ya puesto a prueba. —¡El GPS!

—¡Claro! ¿Por qué no lo pensé antes?... ¡YOKO, NO HAY SEÑAL EN MEDIO DEL BOSQUE!

Su mirada seguía fija en el móvil, con una media sonrisa mientras me miraba con una ceja levantada.

—¿Decías?

Enarco su ceja antes de mostrarme la pantalla iluminada de su móvil, apuntando a la única barra aún viva de señal. Nunca me había emocionado tanto la idea de tener señal.

—¡Rápido idiota! Haz algo con eso.

Solo pude observar como tecleaba unas cosas en su teléfono, después de por lo menos dos tortuosos minutos que parecieron una eternidad parecía estar llamando a alguien, esperando a que contestaran del otro lado. Una sonrisa de alivio se asomó en su cara de inmediato, habían contestado.

¡Enid ya duérmete! [G!P]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora