Trente-Neuf

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Me levanté de la cama, con la cabeza retumbándome y la boca seca. La resaca de la noche anterior. Y Enid, por otro lado, parecía estar en plena forma, cantando y riendo mientras se preparaba para el día.

Me sentí irritada por su ruido y decidí escapar a la ducha. El agua fría me ayudaría a despejarme. Me desnudé y me metí en la ducha, cerrando los ojos y dejando que el agua cayera por mi cuerpo.

Pero, como siempre, mi cuerpo traicionero decidió reaccionar de manera inoportuna. El agua me hizo sentir bien, demasiado bien. Salí de la ducha, solo con una toalla cubriendo mi miembro, pero me di cuenta de que mi erección era evidente.

Enid me miró, parecía molesta.

—Merlina, por favor, vístete o algo —. dijo, apartando la mirada.

¿En serio? Lo tuvo en peores lugares y hoy ni los buenos días me da.

—Perdón, tu ruido era tan insoportable que corrí a la ducha y olvide mi ropa— mentí, excepto la parte huir a la ducha.

—Si claro, ya he escuchado eso antes. — rodó los ojos.

—¿De que hablas, Enid? ¿No te gusta la vista? —dije, sonriendo.

Enid puso los ojos en blanco.

—Tenemos clases y no quiero llegar tarde —dijo, caminando hacia la puerta.

Pero no lo negó.

Me encogí de hombros, disfrutando del juego.

—Si, no queremos que te regañen, por hacerte llegar tarde. —dije con doble sentido, apreté más la toalla alrededor de mi cuerpo.

Enid se detuvo en la puerta y se volvió hacia mí.

—¿Qué te pasa? ¿Por qué estás actuando de esta manera? —dijo, frunciendo el ceño.

Me sonreí, intentando parecer ingenua.

—¿Actuando de qué manera, Enid? Solo estoy siendo yo misma —dije, encogiéndome de hombros.

—Es como... si fueras otra. — murmuró.

—Otra, ¿eh? — sonreí coqueta —. ¿Y no te gusta esta versión de mí?

Enid me miró, parecía confundida.

—No, no me gusta. — ella cruzó los brazos.

Me reí, disfrutando de su expresión.

—Oh, Enid. — me acerqué a ella—. Te conozco más que nadie, ¿Crees que no se cuando mientes?

Se apartó, parecía nerviosa.

—Deberías vestirte, Ari vendrá aquí en un momento y podría mal interpretarlo. — trató cambiar de tema.

Pero yo no iba a dejar que se me escapara tan fácil.

—Sí, claro. "Ari" —me burle—. ¿Y si mejor desayunamos? — me acerqué peligrosamente a ella.

Enid me miró, parecía dudar.

—No, Merlina. No creo que sea una buena idea.

Me encogí de hombros, ya había provocado bastante.

—Bien, como quieras —me aparte—. Tu te lo pierdes, gatita.

Arvel llegó justo cuando Enid estaba a punto de salir por la puerta.

—Hey, Enid, hay unos excelentes cortes de carne—Arvel, me miró, bajo su mirada, su expresión cambia.

Enid se detuvo y lo miró nerviosa.

—Parece que la pobreza te alcanzó. No puedes siquiera permitirte ropa interior decente —dijo, con una sonrisa sarcástica.

¡Enid ya duérmete! [G!P]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora