28. Surcar la vida sin brújula, de eso se trata vivir

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Existe un punto en la vida de toda persona en laque se siente perdida, abandonada, sin un destino fijo al que llegar, como unamota de polvo que se deja llevar por el viento sin rumbo fijo, un juego queparece no tener fin en la que el desconocimiento mirar a las lágrimas de lapersona y las limpia sin aliviar la causa. Cuánto dolor, cuánta pérdida. Lavida a veces parece un puñado de eventos trágicos envuelto en una que otrarisa, pero nadie está perdido en realidad, porque buscar un propósito es partede un viaje con un mismo objetivo.

Jorely había olvidado cuándo fue la última vez que no se sintió perdida, que su vida tenía un propósito, una razón. Todo su pasado estaba nublado y su futuro era un espejismo, todo lo que tenía era el presente, un presente que empezaba a abrazar igual que sus rodillas mientras se acurrucaba en el suelo frío de la morgue. Se sentía abandonada entre los fantasmas de su pasado, sola en una vida hecha para la compañía y en medio estaba la pregunta que el astronauta hizo y que ella no pudo contestar.

¿Quién era Jorely?

Los sollozos le llegaron a los oídos como el retumbar de una explosión, magnífica y aterradora. No hubo lágrimas esta vez. El hurón trató de acercarse a ella para consolarla, era consciente de lo difícil que era perder a dos amigos en la misma noche; uno se quedó varado en la desolación de su existencia tras saborear lo que era tener compañía, la otra luchó por ella, por un mañana mejor. Las explosiones abrieron su mente a una revelación que hasta entonces no quería aceptar; había pasado mucho tiempo auto compadeciéndose, ese era tiempo que no podría recuperar, ayeres en un reloj que no retrocedía. La imagen de sus amigos la armaron de valor, si quería que sus decisiones y traspiés tuvieran significado debía seguir adelante por ellos y por ella misma. Aunque era complicado no preocuparse por Astro o Nigri, recordó las palabras de esta última. Confiaba en ellos y confiaba en que todo saldría bien. La chispa débil que alguna vez se vislumbró en los ojos de Jorely era ahora una llama intensa lista para ahuyentar a las sombrar en su corazón. El hurón la miró sorprendido y de un salto llegó al hombro de la joven, listos para retomar su sendero a lo imposible.

—Venga —dijo Jorely con seguridad mientras acariciaba el pelaje en la cabeza del animal—. Salgamos de aquí.

El corredor envuelto en tinieblas se iluminó con cada paso que la muchacha daba. Las paredes pintadas de un blanco esterilizado se encendieron como árbol de navidad cuando los focos de tubo en el techo resplandecieron. No era el corredor más largo en el que había transitado, menos si se lo comparaba con los corredores de la planta principal del castillo negro, así que, a menos de veinte pasos, el cuerpo de Jorely se posó frente a una puerta lúgubre con algo de moho y marcas de óxido, su mano giró el picaporte y luego de un chirrido metálico, atravesó el umbral. La nueva habitación tardó unos segundos hasta que todos los focos en el techo se encendieran, y cuando lo hicieron, el aliento de Jorely se condensó rápidamente en una nubecilla que ascendía hasta desvanecerse. El vaho se le escapaba y sus dientes tiritaban, todo por las bajas temperaturas en las que se mantenía la habitación. Había también varias camillas frente a una pared con puertecillas metálicas de donde escapaba el frío. Las camillas ocupadas o vacías aguardaban con paciencia a alguien mientras el polvo de las sábanas se acumulaba con el paso de los días. ¿Algún día llegaría esa persona esperada? El hurón dejó escapar un escalofrío cuando dedujo en donde se encontraban; el depósito de cadáveres, algunos esperando su autopsia seguramente. Había ecos ocultos tras las puertas metálicas que delataban a algunos muertos a medio reanimar charlando entre sí sobre sus vidas pasadas y el invierno descomunal que experimentaban para mantener frescos sus cuerpos hasta llegar al cementerio de Queendom. Otros platicaban sin mirarse, recostados en las camillas con el cuerpo cubierto por sábanas. Las palabras sonaban graciosas en boca de algunos medios vivos que tenían la lengua congelada.

Cuando la noche termineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora