27. And though you're broken and defeated

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Your weary widow marches

–My Chemical Romance

A veces hay cosas que se vuelven inevitables, cosas de las que no se pueden escapar, como si el destino hubiese escrito en piedra todo lo que ha de suceder, eventos imposibles de cambiar, atados a un final que pocos comprenden. La muerte, por ejemplo, es inevitable, no importa que tan rápido la gente corra, al final ella los atrapa en un sueño agridulce, eterno y misterioso. 

La inevitabilidad de lo inevitable hace que la gente se preocupe por las cosas que sí puede cambiar, las cosas por las que darían su vida. Un propósito mayor. Las madres dan todo por sus hijos porque saben que su vida es pasajera, pero la de sus hijos puede cambiarlo todo; un sacrificio que están dispuestas a dar sin rechistar. Sin embargo, hay otras madres que enaltecen sus vidas sobre la de su legado. Un egoísmo evitable.

¿Qué tan lejos podría llegar Jorely con su perseguidor pisando sus talones, transformando su derredor en un recuerdo opaco de lo que una vez fue? Un encuentro inevitable estaba por ocurrir y ella no tenía idea del resultado.

—Mis ladies —dijo un anciano de estatura baja y cabello cano–, llegaron. Pasen, están en su casa.

Pese al peligro y los horrores que debían estar sucediendo en las calles del reino, los cuervos picoteando entre graznidos de satisfacción la carne pútrida de los aldeanos y los residentes muertos por segunda vez, Jorely no pudo pensar en otra cosa que no fuera la ternura que emanaba aquel anciano.

—Sr. Finch —saludó Nigri estirando su mano para pellizcas suavemente la mejilla del anciano—, ¿cómo supo que vendríamos?

—La Srta. Roxanne las vio entrar a la pintura —respondió el hombre que se pasaba los dedos por el bigote gris—. Esa ruta las llevaría irremediablemente al cementerio.

—¿La Srta. Roxanne? —preguntó Jorely en voz baja acercándose un poco de Nigri.

—Una de las mucamas del castillo —contestó entre susurros.

—Espera... —Jorely enarcó las cejas. Reparó en la última palabra del anciano y dio un vistazo incrédulo por todos lados—. ¿Estamos en un cementerio?

—Hasta que se dio cuenta —dijo irónico el Sr. Finch.

—Suele tomarle por sorpresa estas cosas —comentó Nigri.

—Creí que todos los muertos estaban arriba —dijo Jorely todavía sorprendida por el lugar en el que se encontraba.

—En teoría —aseveró la nigromante.

—Entonces, ¿por qué hay un cementerio?

—No porque haya muertos arriba la gente dejará de morir. Muchos tienen su tiempo para nuevos viajes, nuevas vidas.

El lugar se lo podía embellecer con la palabra jardín, pero eso no restaba al hecho ineludible de que era un cementerio. Jorely miró su entorno y, aunque era un lugar de muerte y pesar, lo encontró maravilloso. Tal vez, sin darse cuenta, estaba haciendo las paces con la idea de morir. Claro, no tenía intenciones de fallecer pronto, sin embargo, cuando llegase el momento, esperaba haber vivido bien, dejar de ser presa de su pasado y aceptar su destino con los brazos abierto como alguien que anhela reencontrarse con una amiga.

—Espero llegar aquí cuando sea mi momento.

Jorely sostuvo su mirada en el campo de flores donde el viento hizo danzar los pétalos de un lado a otro desplazando su aroma hasta su nariz. No había mejor lugar para descansar que ese, el lugar de la eterna primavera, el amanecer de una nueva oportunidad.

Cuando la noche termineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora