Capítulo 3

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El bar 230 Fifth seguía las últimas tendencias de moda, por ello estaba ubicado en una azotea con una de las mejores vistas de todo Nueva York. Situado en la Quinta Avenida con la calle 27, desde el jardín de la azotea se puede contemplar el Empire State de cerca y varios rascacielos del Midtown Manhattan. En uno de sus ángulos los techos no eran muy altos, los sofás circulares y los cubos cuadrados que hacían las veces de asientos eran bajos, y la zona de barra en realidad estaba construida en un nivel inferior, lo que significaba que los borrachos tenían que descender tres escalones para llegar a nosotros. El que había añadido ese pequeño detalle al plano de los arquitectos desde luego se había fumado algo.

Los jueves por la noche normalmente la barra poco iluminada estaba repleta de estudiantes, pero con el semestre terminado y el verano neoyorkino ya encima, la noche era tranquila y habían bajado la música, porque no había nadie en la pista de baile.

Le pasé al tipo que estaba al otro lado de la barra sus bebidas y él me dio un billete de diez dólares.

—Quédate con el cambio. —Me hizo un guiño.

No hice caso del gesto, pero metí el cambio en el bote de las propinas. Nos las dividíamos al final de la noche, aunque Karina argumentaba que ella y yo conseguíamos la mayoría de las propinas por el escote bajo del top que llevábamos como «uniforme», completado por unos vaqueros ceñidos negros. El top tenía escrito Bar 230 Fifth en letra cursiva negra sobre el pecho derecho. Simple pero eficaz. Sobre todo cuando te habían bendecido tanto como a mí en el departamento de senos.

Jin estaba disfrutando de su tiempo de descanso, de manera que Karina y yo estábamos ocupándonos del pequeño grupo de clientes de la barra, una multitud que menguaba a cada minuto. Aburrida, miré al otro lado de la barra para ver si Karina necesitaba mi ayuda.

Sí.

Y no solo en cuanto a ocuparse de servir copas.

Cuando Karina extendió la mano para darle el cambio al tipo al que estaba sirviendo, este la agarró por la muñeca y tiró de ella hasta quedar a solo unos centímetros de su cara.

Torcí el gesto y esperé para ver cómo reaccionaba Karina. Su piel morena se enrojeció y giró el brazo para soltarse. Los amigos del tipo empezaron a reírse. Muy bonito.

—Suéltame, por favor —dijo Karina entre dientes, tirando con más fuerza.

Sin la presencia de Jin y con la muñeca de Karina tan delgada que podría romperse, era cosa mía. Me dirigí hacia ellos, apretando el botón de debajo de la barra para llamar a los vigilantes de seguridad de la puerta.

—Oh, vamos, cielo, es mi cumpleaños, solo un beso.

Agarré la mano del tipo y le clavé las uñas en la piel.

—Suéltala, imbécil, antes de que te arranque la carne de la mano y te la clave en las pelotas.

Él aulló de dolor y se apartó de mí, con lo cual también soltó a Karina.

—Zorra latina con fingidos aires de italiana —gruñó, agarrándose la mano, que ahora tenía cubierta con marcas en forma de luna creciente—. Voy a quejarme a la dirección.

¿Por qué mi nacionalidad siempre tenía que salir a relucir en una situación negativa? ¿Y qué? ¿Estábamos en una película de niños mimados de los ochenta? Resoplé, displicente.

Finn, nuestro enorme vigilante de seguridad, apareció detrás de él. No parecía divertido.

— ¿Problemas, Yeji?

QUINTA AVENIDA - Ryeji Donde viven las historias. Descúbrelo ahora