Capítulo 11

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Mis llaves repiquetearon en el aparador de nogal del pasillo: el primer sonido para romper el silencio entre Yuna y yo. Después de una noche ajetreada en el bar, normalmente me zumbaba la cabeza y tardaba unas horas en desconectar antes de poder irme a dormir, pero esa noche era peor.

Todavía podía sentir a Ryujin en mi boca, en mi pecho, la sensación que provocaba entre mis piernas. 

Por el amor de Dios, todavía podía olerla y saborearla. Y simulé no sentir nada de eso cuando ella cumplió con lo prometido y nos metió a Yuna y a mí en un taxi después de que acabara mi turno. De hecho, no le dirigí la palabra.

No dije ni una palabra a nadie.

Chan y Ryujin eran los únicos que conocían la razón. Jin me observó perplejo durante el resto de la noche, probablemente preguntándose por qué había desaparecido mi buen humor, y yo evité la mirada de Yuna.

La evité en el bar, la evité en la acera, la evité en el taxi y continuaba evitándola. Seguí dándole la espalda al quitarme los zapatos, y luego la dejé en el salón al ir a la cocina a buscar un vaso de agua.

—Entonces, ¿no vamos a hablar de eso? —preguntó Yuna en voz baja, siguiéndome a la cocina.

La miré por encima del hombro, simulando ignorancia.

— ¿Hablar de qué?

Me lanzó una mirada de exasperación.

—Sobre el hecho que Ryujin estaba furiosa por tu beso con Jin, que luego te siguió a la sala de personal y no volvió en veinte minutos, y cuando volvió tenía aspecto de que la hubiera atacado una mujer que habían encerrado en una habitación vacía sin "ninguna diversión" durante diez años.

No pude evitarlo. Me eché a reír por la imagen.

A Yuna no le hacía gracia.

— ¡Yeji! En serio, ¿qué está pasando?

La risa se extinguió en mis labios.

—Me besó. Paramos. No va a volver a ocurrir.

—Ryujin no retrocede si piensa que estás interesada.

—No estoy interesada. —«Estoy tan interesada...»

—Creo que estás inte...

—Yuna. —Me volví de repente, con los nervios tensados al máximo—. Para, ¿vale? No quiero hablar de esto.

Parecía una niña a la que acababan de quitarle su juguete favorito.

—Pero...

—Yuna.

—Está bien. —Suspiró.

En un esfuerzo por lograr que pensara en otra cosa, me apoyé de nuevo en la encimera arqueando la ceja derecha en un gesto de preocupación.

—Bueno, ¿qué pasaba con Chaeryeong y contigo esta noche?

—Soy como tú. No quiero hablar de eso.

Sí, claro.

—Yuna...

Sus ojos pálidos se entrecerraron con tristeza.

—Vale, pues yo sí quiero hablar. Maldita sea, ¿cómo puedes ser tan reservada? —Hizo pucheros—. Es francamente difícil.

Sonreí y negué con la cabeza.

QUINTA AVENIDA - Ryeji Donde viven las historias. Descúbrelo ahora