Capítulo 21

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Tras horas y horas de espera, mandaron a Yuna a casa después de hacerle la resonancia. Nos dijeron que debido al error que había cometido su médico al no enviarla a hacerse una resonancia, nos comunicarían los resultados lo antes posible.

Eso todavía significaba hasta dos semanas de espera. Al final esperamos diez días, y los diez días fueron espantosos. Nos inundaba una especie de entumecimiento cuando los peores resultados corrían por nuestras cabezas.

Fui a ver a la doctora Sylvester, pero ni siquiera fui capaz de hablar de lo que estaba pasando conmigo.

Fue una sesión silenciosa.

Los diez días enteros fueron una sesión silenciosa, con las tres sentados en el apartamento, recibiendo llamadas de Chaeryeong y Jiwon, pero sin decir realmente nada. Hubo mucha preparación de té y café, comida para llevar y televisión.

Pero ninguna discusión.

Era como si el miedo hubiera echado un cerrojo en algunas conversaciones significativas.

Y por primera vez desde que empezamos a vernos, Ryujin y yo compartimos la cama sin tener sexo. No sabía qué hacer por ella, así que dejé que ella tomara la iniciativa, y cuando tuvimos sexo fue lento y suave.

Cuando no había sexo, Ryujin se ponía de costado y me envolvía con un brazo, atrayéndome hacia ella, con su cabeza apoyada en la mía. Yo envolvía su brazo con el mío, enlazaba su pierna con mi pie y dejaba que se quedara dormida así contra mí.

El doctor Ferguson llamó y pidió que Yuna fuera a hablar con él.

Era malo.

Sonaba mal.

Miré a Yuna después de que colgara el teléfono, y todo lo que había estado manteniendo bajo control reventó por las costuras. Vi el temor en los ojos de Yuna, pero yo estaba tan consumida por mi propio miedo que no pude decirle nada para ayudarla, así que no dije nada en absoluto.

Ryujin la acompañó a la consulta y yo me quedé esperando en el apartamento —un apartamento grande, frío y silencioso—, mirando al árbol decorado, sin poder creer que solo faltaban diez días para Navidad.

Las dos horas que estuvieron fuera tuve que sentarme con todo mi peso sobre esa trampilla interior para mantenerla cerrada. De lo contrario no habría podido respirar.

Cuando oí que se abría la puerta del apartamento, todo se sentía letárgico, como si nos estuviéramos moviendo debajo del agua, aplastados por la presión. Se abrió la puerta de la sala de estar y entró Ryujin, con la cara tan pálida y los ojos tan vidriosos que lo supe antes incluso de mirar a una Yuna con el rostro manchado de lágrimas.

Sabía cómo se sentía el miedo cuando palpitaba de una persona, sabía que el dolor podía hacer el aire más denso, que podía golpearte en el pecho y causarte dolor en todo el cuerpo. En los ojos, en la cabeza, en los brazos, en las piernas, incluso en las encías.

—Han encontrado algo. Un tumor.

Mis ojos volaron a Yuna y ella se encogió de hombros, con la boca temblando.

—Me han derivado o un neurólogo, el doctor Dunham, en el NYU Langone Medical Center. He de ir a hablar con él de todo mañana. Sobre el siguiente paso. Si habrá cirugía. Si puede ser maligno o no. —Yuna terminó.

Eso no estaba ocurriendo.

¿Cómo había dejado que ocurriera?

Di un paso atrás, confundida, encolerizada, sin poder creer que eso me estuviera pasando otra vez.

QUINTA AVENIDA - Ryeji Donde viven las historias. Descúbrelo ahora