Capítulo 22

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Así fue como Ryujin nos encontró al día siguiente, tumbadas con las cabezas juntas, sosteniéndonos las manos, durmiendo con las mejillas sucias con regueros de lágrimas, como dos niñas pequeñas.

No me despertó.

De hecho ni siquiera me miró.

Me desperté porque estaba sacudiendo a Yuna para despertarla.

— ¿Qué hora es? —Oí que preguntaba ella somnolienta.

—Es más de mediodía. He preparado algo de comer.

El sonido de su voz fue como un puñetazo en el pecho.

Mis ojos se abrieron con dificultad, pegajosos con la sal de las lágrimas secas e hinchados por el peor ataque de llanto que había tenido desde que perdí a Bae. Ryujin se estaba inclinando sobre Yuna, peinándola hacia atrás, con un brillo de amor en la mirada. Todavía tenía los ojos inyectados en sangre y grandes ojeras.

Tenía un aspecto horrible.

Apostaría que yo estaba peor.

—No tengo hambre —susurró Yuna.

Ryujin negó con la cabeza con expresión decidida.

—Necesitas comer. Vamos, cielo, es hora de levantarse.

Observé que Yuna tomaba la mano de Ryujin y ella delicadamente la ayudaba a bajar de la cama y ponerse en pie. Todavía sosteniéndola la condujo fuera de la habitación. Yuna tenía los pantalones de lino arrugados al máximo, la camisa retorcida en torno al cuerpo y el pelo hecho un desastre. Parecía alguien cuya vida habían puesto patas arriba.

Sufría por ella.

Y ni siquiera podía mirar a Ryujin, porque el dolor que sentía por ella era indescifrable.

—Yeji, ¿vienes? —Yuna me miró por encima del hombro.

Y por ella, asentí.

Aunque no quería estar cerca de Ryujin.

¿Sabes que era peor? Ella ni siquiera podía ser directamente mezquina respecto a la ruptura. Claro, no podía mirarme y no podía hablarme, pero... también había preparado mi comida.

Yuna y yo nos sentamos en torno a la mesa de la cocina a comer los sabrosos huevos revueltos y tostada, mientras Ryujin estaba apoyada contra la encimera tomando café.

Yuna al principio no reparó en el silencio entre nosotras porque estaba metida en su propia cabeza y porque el silencio en ese punto no parecía inusual.

Te contaré lo poco egoísta que es la chica: con todo lo que estaba pasando, se fijó en lo que estaba ocurriendo entre su hermana y yo. Y mucho antes de lo que yo esperaba. Era culpa nuestra, no éramos exactamente sutiles al respecto.

Me levanté para poner el plato y la taza en el fregadero y Ryujin pasó al otro lado de la cocina. Después yo crucé para sacar un poco de zumo de naranja de la nevera y Ryujin volvió al fregadero. Me acerqué al fregadero para sacar un vaso del armario y Ryujin volvió a la nevera. Fui a la nevera para volver a dejar el zumo y ella volvió al fregadero.

— ¿Qué está pasando? —preguntó Yuna con suavidad, juntando las cejas al observarnos.

Murmuramos un par de nadas.

— ¿Chicas? —Yuna parecía paralizada—. ¿Ha llamado el médico?

Nuestras cabezas se inclinaron sobre ella y de inmediato se asentó el remordimiento entre nosotras.

QUINTA AVENIDA - Ryeji Donde viven las historias. Descúbrelo ahora