Capítulo 13

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Estaba tumbada, mirando al techo, sintiendo la punzada entre mis piernas y los músculos doloridos al moverme.

Había tenido el mejor sexo de mi vida la última noche.

Con Shin Ryujin.

Y luego nos abrazamos. Fruncí el ceño al pensarlo, volviendo la cabeza en la almohada para ver el lugar vacío que había quedado a mi lado en el colchón. No me gustaba la idea de que abrazarnos parte del trato, pero, puesto que venía con beneficios adicionales, iba a tragarme mi incomodidad y enfrentarme a ello. Sobre todo porque Ryujin había hecho lo correcto y se había marchado sin despertarme.

Eso decía a gritos «solo sexo».

Podía funcionar. Podía hacerlo.

El sonido de un armario al cerrarse en la cocina me hizo levantar de la cama, con el corazón acelerándose. ¿Yuna estaba en casa? Y entonces mi atención se posó a los pies de la cama: la camisa de Ryujin.

La había recogido del suelo.

Miré la alarma de mi reloj.

Las ocho en punto.

Mierda.

Todavía estaba ahí. ¿Qué estaba haciendo en casa? ¿No tenía que trabajar? La irritación se abrió pasó en mi sangre y noté las mejillas calientes al saltar de la cama para sacar una camiseta y unos pantaloncitos de pijama.

Sobre la marcha, me recogí el pelo en una cola de caballo alborotada y fui a ocuparme de ella.

Me quedé paralizada en el umbral de la cocina y sentí la demasiada familiar sensación del deseo. De pie, sirviendo leche en dos tazas de café, Ryujin estaba impresionante. Se había puesto unos pantalones cortos, por supuesto, no llevaba camisa. Los músculos en sus hombros se movían con ella y no pude evitar recordar lo mucho que me había gustado sentirlos moviéndose bajo mis manos.

—Dos de azúcar, ¿verdad? —me preguntó antes de mirar por encima del hombro con una pequeña sonrisa.

Esa sonrisa me golpeó en el pecho como un puñetazo.

Era íntima, afectuosa.

Me dolió horrores. Mi expresión se endureció.

— ¿Qué estás haciendo todavía aquí?

—Preparando café. —Se encogió de hombros, añadiendo azúcar y revolviendo.

— ¿No tienes trabajo?

—Tengo una reunión dentro de unas horas. Me queda tiempo para el café.

Sonrió otra vez al cruzar la cocina para pasarme el café.

Mi mano envolvió la taza caliente justo cuando su boca bajó hacia la mía. Adicta al gusto de Ryujin, le devolví el beso.

No fue un beso largo. Breve pero dulce.

Cuando se apartó yo tenía cara de pocos amigos.

Ryujin suspiró y dio un sorbo a su café antes de preguntar.

— ¿Y ahora qué?

—Todavía estás aquí.

Di media vuelta y me dirigí a la sala de estar, metiendo los pies debajo del trasero al arrebujarme en la esquina del sofá. Ryujin se hundió en el sillón y yo traté de no mirarla.

Mi ceño se hizo más profundo.

—Y vas sin camisa.

Su boca se curvó en la comisura, como si conociera a la perfección los efectos que me provocaba la visión de su cuerpo semidesnudo.

QUINTA AVENIDA - Ryeji Donde viven las historias. Descúbrelo ahora