Capítulo 12

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¿Conoces esos programas de naturaleza en los que el suricato monísimo está caminando sobre sus cuatro patitas para volver a su madriguera, donde lo esperan su familia y sus pequeños dramas y políticas de suricato, y esa águila cabrona sobrevuela su cabeza...?

El pequeño suricato corre a ponerse a salvo y espera que se aleje el águila cabrona.

Pasa un rato y finalmente el suricato decide que el águila se ha aburrido y se ha largado a joder a otro pequeño suricato. Así que el suricato sale de su madriguera tan contento.

Y justo cuando ese pequeño suricato piensa que está a salvo, el águila cabrona se precipita desde el cielo y le clava sus afiladas garras.

Bueno... sé exactamente cómo se sentía ese pequeño suricato...

Ryujin no llamó otra vez, ni envió un mensaje de texto ni de correo electrónico. Pasé los siguientes días ocupada, luchando con mi manuscrito, borrando capítulos que podría haber escrito un escolar de octavo curso, limpiando el apartamento de arriba abajo y aprovechando la distracción que suponía vivir el Festival De Las Flores Kicks Off in Queens o el Electric Zoo Festival con Yuna.

Llegamos al teatro Brooks Atkinson en Broadway a tiempo para la obra, The Lady Boys of Bangkok, y maldición, eran guapas, fuimos a la exposición de Jasper Johns en Gagosian Gallery, en el oeste de la ciudad, y compramos entradas baratas para ese cómico joven y prometedor que estaba atrapado en una habitación deprimente del antiguo edificio del centro de estudiantes, en el campus principal de la universidad. Estar en el centro de estudiantes me trajo recuerdos de Lia  y Dean paseando por allí.

Traté de permitirme disfrutar de las multitudes del festival, los turistas por doquier, el olor a café y cerveza y comida caliente por todas partes.

Mercachifles en la acera, vendiendo sus artículos: bisutería, carteles, recuerdos de cualquier cosa, octavillas por todas partes.

También hice una traumática visita a mi terapeuta y hablé de Bae por primera vez.

Sí. No quería pensar en ello.

Basta decir que cuando llegó el jueves logré convencerme de que Ryujin solo había estado jugando conmigo.

Al fin y al cabo, si fuera en serio al menos me habría mandando algún mensaje de texto para asegurarse de que no lo había olvidado, pero no.

Nada de nada.

Había cambiado mis turnos de trabajo de jueves y viernes a viernes y sábados por la noche, para tener tiempo de estar en casa. Cuando Yuna me dijo que esa noche iba a quedarse con su madre, porque tenía ganas de estar con su familia, yo estúpidamente no sospeché nada. No estaba preparada.

Estaba relajada, pensando que Ryujin se había olvidado de mí.

Saqué mi estúpida cabeza de mi estúpida madriguera.

Fue entonces cuando Ryujin se precipitó como un águila suspicaz y decidida.

El apartamento se encontraba en silencio, salvo la sala, donde yo estaba acurrucada en un sillón, dando sorbitos a una copa de vino y viendo la película 300 de Zack Snyder.

Me di cuenta de que había sido una idea pésima. Todos esos músculos tensos y el efecto secundario de languidez del vino... Lo culpé por lo que ocurrió a continuación.

— ¿Sabes?, deberías cerrar con llave cuando estás en casa sola.

— ¡Mierda!

Salté, derramando el vino sobre mis vaqueros. Me levanté de la silla y miré a Ryujin, que estaba de pie en el umbral, con aspecto poco divertido. ¿Por qué tenía que estar molesta? ¡No eran sus vaqueros favoritos los que acababa de echar a perder!

QUINTA AVENIDA - Ryeji Donde viven las historias. Descúbrelo ahora