1. la vida moderna

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odio la vida moderna

con esta luz fluorescente

larguémonos hacia el sur

para que el sol nos caliente.

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Salió de la estación y dejó que el sol de Granada repusiese todas sus energías por un instante. Vivir en Madrid tenía muchas ventajas, pero nunca podría compararse con su ciudad natal. Llevaba casi seis meses sin pisar suelo andaluz y el regreso a casa se sentía casi como un renacer personal.

Se había graduado en periodismo el año anterior y, tras un máster y varias prácticas mal pagadas en su ciudad, ese verano había hecho las maletas rumbo a la capital en busca de oportunidades y nuevos comienzos.

Todas sus metas lucían preciosas sobre el papel, pero la realidad la había atropellado al poco de estar lejos de casa: trabajaba de lunes a domingo, por un salario que apenas le daba para compartir piso con 4 desconocidos más y sin tiempo para explorar otras vías de desarrollo personal o profesional.

Acababa de terminar su último contrato basura y había decidido que necesitaba cargar pilas si no quería abandonar su vocación para siempre. Así que cogió el teléfono, llamó a sus padres y les dijo que volvía a Granada unas semanas para descansar la cabeza y encontrar algo de paz mental cerca de los suyos.

Así es como había llegado allí, a la puerta de la estación de tren, inmóvil y con la cara orientada hacia el sol para llenarse de buenas vibras. Era casi diciembre, pero la temperatura a las tres de la tarde era bastante agradable todavía.

Abrió los ojos y volvió a la realidad. Buscó a su padre entre los coches aparcados en la zona de recogida de pasajeros y lo encontró con la mirada, apoyado sobre el capó y saludándola con la mano. Corrió hacia él arrastrando las maletas y se fundieron en un fuerte abrazo.

- Mi niña, que por fin vuelve a casa. - Comentó Juan Carlos sin soltar a su hija, emocionado de tenerla de nuevo entre sus brazos.

Era la primera vez que Violeta pasaba tanto tiempo lejos de su ciudad y su familia. Ni siquiera cuando estuvo de Erasmus en Francia se había ido tanto tiempo, estando solo tres meses.

- Estás guapísima, hija. - Indicó su padre con una sonrisa cuando se separó de ella.

La pelirroja se rio y lo abrazó e nuevo, feliz de reencontrarse con él.

Subieron al coche y charlaron todo el camino hasta su casa. Violeta le contó algunas novedades, aunque hablaban por teléfono prácticamente a diario y sus padres sabían todo lo que pasaba en su vida.

- Por cierto, tienes que ayudarme a montar el colchón cuando lleguemos.

La chica frunció el ceño y se extrañó.

- ¿Por qué? - Preguntó.

- Hombre, hay que montarle la habitación a Ruslana. Hasta ahora estaba durmiendo en la tuya, pero al enterarse de que venías insistió en moverse a mi estudio mientras estés en casa. Tenemos que prepararlo para que esté lo más cómoda posible, es lo mínimo después de la buena actitud que tiene siempre.

Violeta procesó la información. Ruslana era su prima de Canarias. Había nacido en Ucrania, después de que a su madre la trasladasen allí por trabajo, pero a los 8 años regresaron a España y se instalaron en Tenerife.

Las dos familias habían coincidido un par de veces en alguna boda o evento familiar importante, pero la granadina llevaba años sin verla o hablar con ella.

Life After LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora