♡ : X - DEFENDIÉNDOTE

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Si pudiera besarlo por toda la eternidad mientras recorría su cuerpo con ambas manos, entonces todo lo demás importaría nada.

Lentamente estiró su labio superior como si se tratara de una goma de fresa, sus labios se arrastraron con pereza hasta el costado bajo el lóbulo de su oreja. Seguía sudando y él aprovechaba de lamer cada gota que brotaba de la piel del muchachito. Odiaba el olor que tenían los humanos, pero Yang Jeongin olía y sabía a gloria todo el tiempo.

Maldito cordero.

Succionó un poco más su piel antes de lamer el borde externo de su oreja derecha y antes de acercar sus labios para susurrar con la voz ronca.

—Es mejor que... vayas a ducharte, debes volver a clases.

Sintió el pene del muchacho aún más erecto tras el pantalón deportivo, era demasiado receptivo a cualquier estímulo y eso no hacía más que facilitar las cosas, y complicarlas a su vez. Su boca se sintió caliente y húmeda, estaba anhelando bajarle el pantalón, la ropa interior y después abarcar su miembro para chuparlo desde la base hasta la punta.

Meneó la cabeza, si Yang Jeongin aún no se había desmayado con los besos podían deberse a muchas razones, estaban dentro de una escuela católica, quizás estaba protegido ¿Y si no? ¿Estaba de ánimos para armar una coartada o borrar la memoria de todos sus alumnos si el corderito se desmayaba?

Ni siquiera sabía cómo no matarlo.

—Auch —murmuró por lo bajo el menor cuando volteó su brazo y vio con claridad los codos.

Hyunjin cerró los ojos, suspiró y caminó hacia el escritorio. No tenía nada, pero tenía el poder necesario para hacer aparecer objetos. Fue así como "mágicamente" dentro de los cajones de su escritorio sacó un botiquín de primeros auxilios, lo abrió y buscó un ungüento.

"Ven acá" murmuró.

Un tanto tímido Jeongin se acercó, se sentó en la silla donde él le estaba indicando y espero que le sostuviera los brazos con extremo cuidado mientras aplicaba el ungüento en los codos. Con el pulgar trazaba con mesura sobre la piel dañada, había herido esa superficie con la fricción que generó el arrastre y sabía que era su culpa, había sido apropósito.

¿Pediría perdón? No, había tenido que hacerlo.

Así arrodillado frente al corderito aprovechó de colocar en cada codo sobre el ungüento una pequeña gasa cuadrada y un apósito transparente.

Levantó una ceja con burla cuando se dio cuenta que parecían pequeñas coderas blancas.

Bajó un poco más los ojos rasgados y prestó atención a sus rodillas, la derecha tenía manchas de sangre en el costado, la fricción había arrancado una fina capa de piel.

—Vas a demandarme por esto con tu padre el médico ¿No? —sostuvo la pierna y aplicó el ungüento encima de la herida. Estaba concentrado.

Jeongin apenas recordaba su nombre, allí en el suelo estaba ese hombre con la espalda inclinada hacia adelante prestándole "primeros auxilios", bastaba una mirada o un gesto sutil y sabía que estaba acabado. ¿Cómo había llegado a desearlo tanto cuando realmente jamás en su vida sintió atracción a un hombre?

Hyunjin levantó la vista a los ojos del muchacho, tragó saliva, había deseo y su pene lo delataba, sus ojitos, sus cejas fruncidas. Estaba a solo centímetros de su entrepierna, podía comerlo como quisiera.

"Recuerda que puedes matarlo si te emocionas" .

Meneó la cabeza, se paró de un solo movimiento y caminó hacia la puerta, Jeongin lo siguió por detrás mientras peinaba su cabello. Ya ni siquiera sabía que decirle, había confesado su deseo por él antes de aceptar su nueva condición, estaba arruinado.

La obsesión del demonio ❁ HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora