Prólogo

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Advertencia: mención semi-explicita de abuso animal.


Sentado en el aeropuerto, sumergido en todos los recuerdos que golpeaban su conciencia, hacia de todo para no echarse a llorar en ese mismo sitio

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Sentado en el aeropuerto, sumergido en todos los recuerdos que golpeaban su conciencia, hacia de todo para no echarse a llorar en ese mismo sitio. Llorar de enojo, de impotencia, quizá frustración.

Dazai Osamu, ese era su nombre, uno que le dio su padre de sangre Ogai Mori; Un hombre serio, dedicado totalmente a su trabajo y sus investigaciones, tanto así, que veía a su hijo como una simple extensión de el mismo, una herramienta entrenada para seguir con sus investigaciones el día que Mori deje el mundo. 

En cierto modo, Dazai amaba el oficio de su padre, y jamás se planteó no seguir con esa carrera, al crecer siendo raro y diferente al resto, fue mucho mas fácil que su hiperfijacion por la fauna marina creciera, y su increíble amor por la naturaleza y la ciencia. Simplemente sentía una enorme conexión hacia el fondo del océano, una curiosidad sin limites por las cosas que escondia la naturaleza queria acercarse a ella, conocer sus secretos, algo a destacar, es que Osamu amaba los cuentos de hadas, aun mas si incluían magia o seres del agua.

El quería ser como esos príncipes provenientes de la ficción, el héroe que todos esperaban, el caballero que ayudaba a todos incluyendo animales pequeños, el seria el héroe incluso para la sardina más pequeña, o ese era el plan.

Sus fantasías infantiles se derrumbaron un día como cualquiera a sus trece años, Mori le había dicho que ese día, lo acompañaría a "trabajar", y el, no pudo haber estado mas entusiasmado al respecto, se imaginaba mil escenarios, pero ninguno, ni de cerca, fue vivir lo que vivió.

En un laboratorio apenas iluminado, con aroma a químicos que intentaban tapar el hedor a muerte, dentro de algunas peceras habían seres que, no entraban en ninguna categoría de los que conocía Dazai, parecían mezclas de varias cosas a la vez. Y a donde todos dirigían sus antipáticas miradas, a un cristal que dejaba ver, un conejo blanco, o almenos, eso es lo que era, varios de sus órganos estaban a la vista, su morfología era totalmente antinatural, pero el animal seguía respirando. Aquel monstruo artificial dirigió sus rojos irises a los asustados de Dazai, mirándolo, pidiendo auxilio.

El joven adolescente entró en pánico, busco a su padre entre todos los científicos de la sala, su padre examinaba sus reacciones, ¿porque no lo estaba ayudando? ¿porque solo lo veía? pensó Dazai, de pronto, se sentía el mismo como un animal de laboratorio, así que era eso.

Quizás en ese entonces no lo entendió, pero pronto lo haría. Entendió, a base d golpes, que si quería seguir el trabajo de su padre tendría que tirar a la basura su corazón, su empatia y su inocencia, reemplazarlas por frialdad, egoísmo y crueldad, porqué, ellos en esa sala no eran héroes, almenos no eran salvadores de la vida, eran personas. Personas que solo les interesaba llevar dinero a sus casas para la felicidad de ellos y su pequeño circulo y si eso significaba obedecer lo que un hombre decía, así sería.

El chico del rio | SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora