XXI

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(Alerta: mención leve a actos de violencia gráficos)

Ambos cuerpos jóvenes estaban enfrentados a la cálida chimenea de la pequeña sala de estar de Dazai, el nombrado acurrucado en el pecho de Chuuya recibiendo las familiares caricias en su maltratado cabello

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Ambos cuerpos jóvenes estaban enfrentados a la cálida chimenea de la pequeña sala de estar de Dazai, el nombrado acurrucado en el pecho de Chuuya recibiendo las familiares caricias en su maltratado cabello. Descanso sus pesados párpados en la calidez de su hogar y de muy vez en cuando, dejando brotar pequeñas lágrimas de sus ojos para dejarlas rodar por sus mejillas sonrojadas.

Un pequeño golpecito hizo cosquillas en su frente, sintiéndose como una gota de lluvia muy pesada. Abriendo sus párpados para encontrar pequeñas piedras brillantes entre sus dedos, pequeñas perlas que brotaban de los azulados ojos de Chuuya. Un suspiro.

—En la casa de Poe creí haber visto mal, pero realmente tu llanto es... peculiar. —Habló dejando caer nuevamente sus brazos a sus costados y cerrando sus ojos ignorando las joyas que de vez en cuando caían por su cabello con ternura.

—Si, lo es. Gracias por ahorrarte el discurso. —Habló en tono bajo, a sabiendas de los pensamientos de Dazai, o los posibles consejos de cuidarse a la hora de enfrentar otras personas, de enfrentarse con la malicia de aquellos desconocidos.

Ambos sin ganas de liberar palabras sobrantes, sin ánimos para moverse de su sitio e incluso las respiraciones parecían ser un trabajo duro e innecesario y lo sabían. No había nada que ocultar, no había dificultad entre ellos para ver tras las gruesas capas de piel las heridas de su corazón, abiertas y chorreantes de malestar. Y casi como una demostración de sus heridas internas, las lágrimas que emergian de ese dolor quemaban sus párpados al salir, lava recorriendo sus rostros enmascarados.

—¿Fue difícil verdad? —Hablaron al mismo tiempo en voz baja creando un único hilo de voz.

Callaron un momento, dispuestos a dar la pregunta más no preparados para recibirla, pensativos cedian su turno para hablar.

—Si, lo fue. —Habla Chuuya. —No creo que lo hayas oído, pero Fukuzawa te envía sus agradecimientos.

Soltó una risa seca, casi un jadeo antes de responder.

—¿Por volver a su hijo un hibrido y experimentar con el? —Preguntó sarcástico sintiendo el ardor en su garganta por sus propias palabras.

—No, por haberle salvado la vida. —Contestó tajante.

Dazai guardo silencio, queriendo hundirse un poco más en el pecho del pelirrojo, sintiendo que la carne de sus cuerpos molestaba, queriendo refugiarse aún más en aquella flor divina que era el corazón de Chuuya.

—Si, para mi también fue difícil. —Respondió finalmente Dazai a la pregunta inicial.

—Me hubiese gustado que mi madre sea igual, la frase que dijo Fukuzawa "No quiero cambiar nada en el" fue, fue fuerte para mí. Creo que extraño a mi madre, un poco.

El chico del rio | SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora