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Descansando quizá hasta de sus propios pensamientos, uniendo sus labios casi en lo que creían era un último abrazo, una última oportunidad para encontrarse en los labios del otro

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Descansando quizá hasta de sus propios pensamientos, uniendo sus labios casi en lo que creían era un último abrazo, una última oportunidad para encontrarse en los labios del otro. Separando sus rostros únicamente para poder ver el rostro ajeno al que se estaban apegando, para recordar el tinte de sus ojos, el rosa de sus mejillas y el largo de cada cabello. Memorizando los detalles a los que antes no creían tener que despegarse y ahora, sentían que el tiempo no era suficiente para apreciarse.

El ruido chirriante de la puerta amenazó con separarlos, renegados a hacerlos parecían abrazarse aun mas fuerte con las miradas, arañando el aire existente entre ambos dejando marcas entre ellos.

Un leve "lo siento" intentaba perforar la atmósfera en la que descansaban, sorprendiendose al oír aquellas palabras dirigidas a ellos con la ya conocida voz rasposa y grave. Titubeante Dazai arrancó su vista para dirigirla al del intruso, encontrándose con Fukuzawa de pie y un pequeño Atsushi dormido en sus brazos. Sin haber creído que la imagen de un padre con su hijo pudiese crearle tanto alivio, dejó escapar el aire contenido en sus pulmones con brusquedad. Sonriendo débilmente contra el cuello de Chuuya quien estaba igual de sorprendido y confundido.

—Podrían...? —Pidió Fukuzawa sin saber con que palabras afrontar el momento. Dazai, entiendo la mayoría de la situación al segundo alzó una mano en señal de aprobación.

—Si. —Exclamó más en un jadeo doloroso que hablando. —Cierra la puerta, iremos en un momento a tu hogar, hay mucho que hablar ¿no?

El hombre asintió, sintiendo que no habrían palabras correctas que usar más que las que el menor había dicho. En clara incomodidad tensando las muecas y el cuerpo, volteó lentamente, sintiendo que el aire era demasiado sensible para cualquier movimiento brusco.

—Fukuzawa. —Llamó.

El nombrado esperó otra palabra por parte de Dazai, sosteniendo aún la perilla con sus ásperos dedos.

—Gracias. —Habló esta vez Chuuya, continuando con el llamado de Dazai.

Sin contestar y de espaldas a la pareja abrió la pesada puerta para cruzarla en silencio con su niño en brazos, cerrando tras de sí. Dejando a ambos con los nervios aún atascados en la garganta. El primero en hablar fue Dazai, esforzándose en dejar el suelo y levantarse, moviendo suavemente la cola de Chuuya fuera de su regazo. Caminando por el laboratorio donde hace minutos atrás lo recorría corriendo y con el terror impregnado, ahora sus movimientos parecían mimetizarse con el ambiente, deslizándose de forma lenta y cuidadosa en busca de una toalla para secar a Chuuya.

Volvió a agacharse una vez cerca de la criatura fantasiosa con el trozo de tela en las manos, pidiendo de forma tímida ayudarlo a secarse. —¿Puedo?

Chuuya asintió, sintiendo el aire incluso más pesado que hace minutos atrás, donde estaba casi convencido de que se lo llevarían lejos de allí. Ayudando a Dazai a sacarlo levantaba los brazos o movía su cabeza a los lados, cerrando sus ojos intentando disfrutar de la sensación seca y suave de la tela sobre su piel. Arrasando con cada molécula de agua que se encontraba, dejando que las brillosas escamas se sequen perdiendo su brillo y ocultándose momentáneamente, dando lugar a la lechosa piel humana en un espectáculo tanto maravilloso como deprimente.

El chico del rio | SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora