Las sirenas sonaban como criaturas provenientes de cuentos de hadas, y Osamu estaba muy alejado de ese tipo de fantasías, no creía en la magia ni en príncipes encantadores, por otro lado; Chuuya, no era capaz de ver el mundo sin un filtro de magia y...
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—¡Podrías moverte más a la derecha!—gritaba un pelinegro con una taza de café mañanera en su mano, a la vez que reposaba calmadamente en el marco de su puerta.
Contrario a su situación, Dazai estaba subido a una escalera intentando ubicar de buena manera una antena, le serviría para tener algo de WiFi y poder escuchar un poco la radio. Hace falta recalcar de nuevo, Dazai estaba intentando.
—¡Lo siento, estoy en algo, ¿Sabes?!—gritó exasperado intentando no caerse del tejado. Intentando atornillar de nuevo lo mismo, el tornillo cayó al suelo junto con sus herramientas.
Soltó un grito de frustración realmente cansado.—¡Puta mierda de antena! ¡Puta mierda de pueblo!
—Insultar no es atractivo.
Volteó a ver a su vecino de enfrente tan rápido que fue sorpresa no haberse caído, tan enojado que siquiera podía articular bien una palabra, simplemente gritó nuevamente.—¡¿Y tu qué?! ¡¿No tienes trabajo o algo con que ganarte dos malditas monedas?!
—Digamos que por ahora no.—dijo calmado bebiendo su café, disfrutando los gritos de su vecino mezclado con el líquido caliente.
Era sabido para todos, incluso para Dazai que no era alguien que se enteraba de mucho, que Akutagawa trabajaba dia y noche. Lo que no esperaba era que su presencia sea tan molesta.
—¡¿Qué? ¿Vendes droga o algo así?!
Akutagawa lo miro durante un momento con su típica mirada inexpresiva y, sin mostrar expresión facial, sonrió de costado.—Ja...
Alguien debía estar llevando la cuenta de cuantas veces Dazai, desde que había llegado miro a algún vecino con esa expresión, de asco e incredibilidad.
Sin ánimos de seguir discutiendo bajó del tejado no sin antes volver a dirigirle su cara de pocos amigos, similar a la expresión de un gato cuando está molesto. Akutagawa lo vio adentrarse y volvió a soltar su "Ja", a decir verdad no tenía ninguna razón para salir afuera a beber su desayuno más que el de molestar a su vecino, sin más entretenimiento volvió al interior de su propio hogar.
La situación dentro era algo peculiar, pegado a su ventana se encontraba el chico de cabellos cobrizos totalmente embobado viendo el lugar donde, hasta hace poco, estaba un castaño enfadado.
Detrás de él estaba su hermana, Gin, trenzando el pelo del chico bastante entretenida. Akutagawa solo se le quedó viendo con algo de curiosidad, Chuuya al notar su mirada le sonrió de nuevo.
—No tengo idea que le ves.—mencionó el pelinegro que aún estaba desconfiado de su nuevo vecino. Chuuya lo miró sin entender a qué se refería.—Da igual, mientras sigas pagando.
Y con eso Akutagawa estaba bien, es cierto que dudaba mucho del dinero que estaba recibiendo, Chuuya parecía un niño salvaje que no entendía siquiera como funcionaba una escoba. No entendía de dónde sacaba tanto dinero, y mientras no preguntase podría dormir tranquilo esta noche. Tampoco era molesto, se llevaba bien con el chico, y Gin también estaba bastante feliz con su presencia además, desde que ayuda en el hogar y paga diariamente por usar su ventana, no hubo necesidad de que Akutagawa se rompa la espalda casi veinte horas diarias solo para traer dinero.