Las sirenas sonaban como criaturas provenientes de cuentos de hadas, y Osamu estaba muy alejado de ese tipo de fantasías, no creía en la magia ni en príncipes encantadores, por otro lado; Chuuya, no era capaz de ver el mundo sin un filtro de magia y...
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Atormentado por la encandilante luz solar que se filtraba por su ventana, tomó impulso para, al menos, ir a trabajar. Sus ideas suicidas no estaban tan presentes como para decidir abandonar su trabajo, y esperar a pudrirse de inanición o deshidratación en su colchón, lo que sea que ocurra primero. Y a pesar de que aquellos rayos de luz le molestaban a sus sensibles párpados morados de tanto llorar, no molestaba tanto encontrar cierto parentesco en aquella luz cálida con su tritón pelirrojo. Si, dolía mucho más asimilarlo.
No esperaba a que hoy el pelirrojo aparezca en su puerta como cada día, pese a que esta semana se supone era la semana donde Chuuya la pasaba con el. Eso ya no sería así, porque hizo enojar o entristecer al chico, no sabía cuál de las dos emociones habrán predominado en el pelirrojo, pero lo que tenía seguro es que ninguna era mejor que otra. Imaginarlo enojado con el castaño era tan abominable que imaginarlo con lágrimas en sus bellos ojos.
Sabía dónde encontrarlo, sabía que el estaría en el mismo trozo de costa de siempre pero, no era quien para desobedecer la voluntad de Chuuya de no verlo. Seguir sus instintos y su ansia por compañía era vomitivo y despreciable.
Horrible manera de empezar el día, por el momento caminando por las calles llenas de colores y vegetación que, ahora mismo, se veía como el paisaje más lamentable que haya visto en mucho tiempo. Se sentía protagonista de una historia desdichada, poniendo sus fuerzas en cada paso, como si quien cargará su peso no fuesen sus pies, si no su propia consciencia. Esa era la explicación más lógica, de otra forma, no explicaría el enorme peso que estaba llevando consigo.
Alzó un poco la vista al ser interrumpido en su paso, viendo solo un par de zapatos reconocibles. La imagen se fue rebalando a medida que subía la mirada y, por un momento creyó que realmente si el mismo fuese un personaje de una "historia desdichada", sería el personaje secundario, porque el hombre que tenía enfrente se veía tan demacrado y con una expresión miserable, una expresión solo conseguida en algún cuadro pintado por un artista atormentado. El hombre frente a él llevaba bolsas moradas bajo sus ojos así como varios rasguños autoprovocados, estaba descuidado y con el cabello echo una maraña de miseria.
—Fukuzawa... —Extendió su saludo sin intentar verse animado, no tendría sentido.
—Dazai. —apenas un susurro lamentable escurrió de sus agrietados labios.
Dazai fue con su vista hacia las manos del hombre, quien parecía estar pegando carteles de "se busca" en varios postes antes de ese. En la impresión, podía diferenciar el rostro de Ranpo, una mueca de disgusto se dibujo en su expresión. —Oh, ya veo... ¿Hace cuanto desapareció?
El hombre de edad avanzada dejó huir un suspiro amargado, intentando largar sus palabras sin quebrarse en el camino.
—Cuatro días.
Curiosamente, los días que lleva sin ver a Chuuya. Pero claro, no podía comparar su discusión con la pérdida de un hijo, un hijo adoptivo pero un hijo al final del día.